Por Luis Gárate
Recientemente el primer ministro Jorge del Castillo, conocido dirigente del Partido Aprista Peruano, refirió en una entrevista televisiva que en la disputa entre el aprismo y el comunismo, la historia había demostrado la victoria de las ideas de Haya de la Torre sobre las de José Carlos Mariátegui.
Estas discutibles declaraciones completaron su intervención donde evidenció un grosero y primitivo anticomunismo -parte de la herencia hayista- luego que Del Castillo tildara de comunistas a los voceros de las organizaciones de derechos humanos que insisten en investigar la matanza del penal El Frontón
y otros sucesos durante el primer régimen de Alan García.
Podríamos fácilmente tildar a Del Castillo de vocero de una organización dirigida por los mismos que en los 80 estuvieron acusados por violaciones de derechos humanos y actos de corrupción, y que hoy le hacen gestos al fujimorismo y a la derecha empresarial. Pero¿ acaso no merece una reflexión más profundala la evolución del mensaje de Haya y de Mariátegui en las dos vertientes de lo que podríamos llamar el pensamiento social o izquierdista peruano?
El Partido Aprista Peruano, que tiene sus orígenes en el Alianza Popular Revolucionaria Americana fundada por Víctor Raúl Haya de la Torre a mediados de los años 20 del siglo pasado, es sin duda el germen del partido político más grande y organizado de la historia política peruana.
Sin embargo, a pesar de ser inicialmente de inspiración revolucionaria y en la acción de masas, de haber sido acosados por la oligarquía peruana, pronto se demostraría que sus dirigentes (empezando por su fundador) solo buscaban el acomodo y la llegada al poder a costa de renunciar a sus principios fundacionales como el antiimperialismo y las reivindicaciones populares.
Efectivamente el PAP llegó al poder en 1985 para hacer un gobierno de inspiración socialdemócrata que terminaría en un desenfrenado populismo, actos de corrupción y una repuesta indiscriminada ante la violencia política interna.
Sin embargo, a pesar de ser inicialmente de inspiración revolucionaria y en la acción de masas, de haber sido acosados por la oligarquía peruana, pronto se demostraría que sus dirigentes (empezando por su fundador) solo buscaban el acomodo y la llegada al poder a costa de renunciar a sus principios fundacionales como el antiimperialismo y las reivindicaciones populares.
Efectivamente el PAP llegó al poder en 1985 para hacer un gobierno de inspiración socialdemócrata que terminaría en un desenfrenado populismo, actos de corrupción y una repuesta indiscriminada ante la violencia política interna.
Otro fue el camino de Mariátegui y el Partido Socialista, luego Comunista. Para la historia política peruana queda claro, más allá del debate sobre su filiación a la III Internacional, la adherencia del Amauta al socialismo marxista revolucionario de la experiencia bolchevique.
A pesar de los esfuerzos de Mariátegui en la fundación de la organización política y obrera (1928), la implacable persecución política y la lectura dogmática de la situación peruana llevaría a los dirigentes comunistas que lo sucedieron a replegarse frente al aprismo y sus maniobras.
El partido comunista centró sus esfuerzos después de la muerte de Mariátegui (entre los 40 y 60) a la consolidación de la organización sindical, campesina y estudiantil, y en la que sin duda tuvo mayores conquistas agrupando al movimiento obrero en torno a la CGTP.
La historia del socialismo peruano posterior a los años 60 está marcada por las divisiones con influencia internacional (ruptura chino-soviética, revolución cubana, Mayo del 68, etc.) y las deformaciones militaristas que llevarían a fenómenos como Sendero Luminoso.
El proceso nacionalista liderado por al general Juan Velasco (años 70) permitió a la izquierda una gran acumulación de fuerzas que culminarían en importantes experiencias unitarias. Su cúspide fue la formación del frente Izquierda Unida en los 80. IU fue en su momento una de las más grandes formaciones a partir de la unidad política con el movimiento popular (trabajadores, campesinos, estudiantes, movimiento barrial, mujeres, etc.)
Desde estos antecedentes, afirmar que el aprismo es la doctrina victoriosa es muy relativo. Es la dirigencia caudillista de Alan García, el trabajo de su maquinaria política electoral y la alianza con los grupos de poder, más que los principios apristas, los que realmente han encumbrado al PAP al poder nuevamente.
Mientras tanto desde el socialismo somos críticos y espectadores. No cabe duda que de esta situación marginal de la izquierda, de los comunistas y socialistas peruanos, tienen una gran responsabilidad los dirigentes que vienen de los años 60 y 70. Esta actitud errática y de capillas se demuestra en su desempeño en los últimos comicios generales de 2006.
Pero no se trata solo de hablar de culpables de ayer, sino de lo que hagan los ”renovadores” de hoy, algunos de los cuales son fieles discípulos de mviejas mañas.
A pesar de los innumerables diagnósticos y lecturas políticas de la realidad nacional y mundial que tiene la izquierda socialista, existe una desconexión con
los tejidos sociales, con la gente de a pie. Pareciera haber una combinación de pragmatismo con frustraciones políticas, intereses particulares, y la falta de un mito motivador o una fe, al entender de Mariátegui.
El trabajo con los jóvenes aparece como vital en los discursos de los dirigentes de la izquierda. Sin embargo, la falta de constancia y la no comprensión
de las nuevas dinámicas sociales de los jóvenes de las clases medias y de sectores populares, combinada a las actuales condiciones materiales de vida (sistema laboral precario) crean brechas por remontar.
Existen en la izquierda sectores reacios a refrescar sus discursos, con el pretexto de la fidelidad doctrinal, e insisten en repetir ante cualquier auditorio sus encendidos discursos sin comprender la escasa cultura política de la gente.
Claro que no es materia solo de discursos. Son rollos y formas de trabajo, o simplemente la ausencia de trabajo político alguno. Lo cierto es que no empatamos con la realidad de la gente.
Eso nos debería llevar a pensar en dos planos: el comunicativo y el organizativo, con el rescate de la proyección del socialismo a nivel nacional, latinoamericano y mundial. En las comunicaciones se trata de dar la batalla de ideas renovando lenguajes y mensajes, sin abandonar principios y aprovechando los abundantes recursos existentes (recursos publicitarios, Internet, etc.) En lo organizativo implica hacer redes más flexibles y funcionales a los espacios donde participan los jóvenes (espacios culturales, centros de estudio y capacitación, clubes deportivos,
etc.)
Es evidente que desde el socialismo debemos hacer algo por construir de abajo, pero algo nuevo inspirado en lo viejo. Si no usamos lo mejor de nuestra creatividad, estaremos condenados a admitir que los seguidores de Mariátegui, las personas con nombre y apellido que no somos capaces de recrear una alternativa socialista, habremos sido realmente derrotados frente al oportunismo político que dirige nuestro país.
Abril de 2007
A pesar de los esfuerzos de Mariátegui en la fundación de la organización política y obrera (1928), la implacable persecución política y la lectura dogmática de la situación peruana llevaría a los dirigentes comunistas que lo sucedieron a replegarse frente al aprismo y sus maniobras.
El partido comunista centró sus esfuerzos después de la muerte de Mariátegui (entre los 40 y 60) a la consolidación de la organización sindical, campesina y estudiantil, y en la que sin duda tuvo mayores conquistas agrupando al movimiento obrero en torno a la CGTP.
La historia del socialismo peruano posterior a los años 60 está marcada por las divisiones con influencia internacional (ruptura chino-soviética, revolución cubana, Mayo del 68, etc.) y las deformaciones militaristas que llevarían a fenómenos como Sendero Luminoso.
El proceso nacionalista liderado por al general Juan Velasco (años 70) permitió a la izquierda una gran acumulación de fuerzas que culminarían en importantes experiencias unitarias. Su cúspide fue la formación del frente Izquierda Unida en los 80. IU fue en su momento una de las más grandes formaciones a partir de la unidad política con el movimiento popular (trabajadores, campesinos, estudiantes, movimiento barrial, mujeres, etc.)
Desde estos antecedentes, afirmar que el aprismo es la doctrina victoriosa es muy relativo. Es la dirigencia caudillista de Alan García, el trabajo de su maquinaria política electoral y la alianza con los grupos de poder, más que los principios apristas, los que realmente han encumbrado al PAP al poder nuevamente.
Mientras tanto desde el socialismo somos críticos y espectadores. No cabe duda que de esta situación marginal de la izquierda, de los comunistas y socialistas peruanos, tienen una gran responsabilidad los dirigentes que vienen de los años 60 y 70. Esta actitud errática y de capillas se demuestra en su desempeño en los últimos comicios generales de 2006.
Pero no se trata solo de hablar de culpables de ayer, sino de lo que hagan los ”renovadores” de hoy, algunos de los cuales son fieles discípulos de mviejas mañas.
A pesar de los innumerables diagnósticos y lecturas políticas de la realidad nacional y mundial que tiene la izquierda socialista, existe una desconexión con
los tejidos sociales, con la gente de a pie. Pareciera haber una combinación de pragmatismo con frustraciones políticas, intereses particulares, y la falta de un mito motivador o una fe, al entender de Mariátegui.
El trabajo con los jóvenes aparece como vital en los discursos de los dirigentes de la izquierda. Sin embargo, la falta de constancia y la no comprensión
de las nuevas dinámicas sociales de los jóvenes de las clases medias y de sectores populares, combinada a las actuales condiciones materiales de vida (sistema laboral precario) crean brechas por remontar.
Existen en la izquierda sectores reacios a refrescar sus discursos, con el pretexto de la fidelidad doctrinal, e insisten en repetir ante cualquier auditorio sus encendidos discursos sin comprender la escasa cultura política de la gente.
Claro que no es materia solo de discursos. Son rollos y formas de trabajo, o simplemente la ausencia de trabajo político alguno. Lo cierto es que no empatamos con la realidad de la gente.
Eso nos debería llevar a pensar en dos planos: el comunicativo y el organizativo, con el rescate de la proyección del socialismo a nivel nacional, latinoamericano y mundial. En las comunicaciones se trata de dar la batalla de ideas renovando lenguajes y mensajes, sin abandonar principios y aprovechando los abundantes recursos existentes (recursos publicitarios, Internet, etc.) En lo organizativo implica hacer redes más flexibles y funcionales a los espacios donde participan los jóvenes (espacios culturales, centros de estudio y capacitación, clubes deportivos,
etc.)
Es evidente que desde el socialismo debemos hacer algo por construir de abajo, pero algo nuevo inspirado en lo viejo. Si no usamos lo mejor de nuestra creatividad, estaremos condenados a admitir que los seguidores de Mariátegui, las personas con nombre y apellido que no somos capaces de recrear una alternativa socialista, habremos sido realmente derrotados frente al oportunismo político que dirige nuestro país.
Abril de 2007
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