La izquierda y el poder actual
Por Luis Gárate
El reducido espacio de la izquierda peruana coincide en caracterizar al gobierno de Alan García en curso como del continuismo neoliberal y la alianza de poder entre el partido aprista con los grandes empresarios transnacionales. No obstante, desde la izquierda peruana no aparece una reflexión trabajada sobre el manejo de las contradicciones internas y la forma de ejercer el poder el interior de sus organizaciones políticas. La discusión y propuesta del tema de poder usualmente se limita a la tradición teórica del marxismo sobre el poder político. Debemos valorar los aportes de Lenin en la materia, que son de obligada lectura y cita en la tradición comunista y de gran parte de la izquierda peruana.
A pesar de estos aportes, se soslayan una serie de factores que se consideran sobreentendidos o simplemente inconvenientes para el quehacer de las organizaciones políticas de izquierda, y que solo se ventilan tras bastidores, y llevan muchas veces a repetir vicios y reproducir prácticas que inmovilizan las perspectivas políticas de los partidos. En esta reflexión pretendemos acercarnos a un tema que tiene amplios enfoques teóricos y es más bien una invitación para el debate. En primer lugar, entendemos el poder como una dimensión que es transversal a los seres humanos en la vida social, como parte de su socialización y naturaleza, no se puede cerrar el concepto al tema del poder político.
La lucha por espacios de poder en las personas es cotidiana, y conlleva u sinnúmero de conflictos que no pocas veces se han saldado con maniobras, violencia y la eliminación física. El poder entendido como control, el lograr que otras personas hagan lo que uno desee o considere pertinente. Encontramos pugnas de poder en la vida familiar, en las relaciones sociales, laborales, ¡incluso de pareja!
Cuando nos referimos al poder político, abarcamos todo lo concerniente al manejo de lo público, de la administración del Estado y a la pugna de las organizaciones políticas y las personas dentro de ellas para acceder a posiciones de ese poder, administrarlo y acrecentarlo.
"El poder político es simplemente el poder organizado de una clase para oprimir a otra." es la afirmación de Carlos Marx que englobaría la visión para la izquierda. Para la izquierda marxista, en especial para los comunistas, la lucha por el poder es indesligable de la lucha de clases, y dentro de ella, es la pugna del instrumento político, el partido de clase, para llevar al poder al proletariado y construir el socialismo. Es aquí donde no existe suficiente literatura sobre el manejo de poder al interior de los partidos de clase, en general en el seno de las organizaciones revolucionarias y de izquierda. Existe una ideología y una praxis en la tradición, en las formas organizacionales, las estructuras, las estrategias, pero no una fórmula o teoría para el poder dentro de la izquierda.
Esto nos lleva a recordar que la izquierda no escapa a esas dimensiones de lucha por el poder que se da en casi todos los ámbitos humanos, y con más razón en todas las estructuras políticas. Es aquí que aparecen en el tapete temas claves como el papel que juega el liderazgo, los estilos de conducción, la democracia interna, la funcionalidad, la cultura e identidad organizacional, entre otros.
La natural pugna de poder al interior de la izquierda, propia de la política, se considera implícita. No está en los libros, si no en el devenir mismo de la actividad, en las intrigas en las cúpulas dirigenciales, en las negociaciones y correlaciones de los congresos, en las elecciones de cargos y el desarrollo de los liderazgos, en las transiciones generacionales, entre otras. En ese sentido, no hay una sola forma de abordar el tema, puesto que el poder dentro de los partidos variará junto a los estilos de conducción, tanto del liderazgo individual como del colectivo. Si bien es cierto son determinantes la ideología o marco doctrinal de la organización y su composición de clase, ninguna escapa al estilo impreso por las diversos tipos de personalidad y a los proyectos colectivos en permanente tensión con las aspiraciones personales. El científico ambientalista británico James Lovelock señala en ese sentido que en cualquier forma de organización humana siempre saldrá a relucir una esencia tribal, donde se impone la jerarquía y el papel del líder de la tribu.
Cuando analizamos la crisis de la izquierda peruana, ligada fuertemente a la crisis del paradigma socialista frente a la ofensiva capitalista a nivel mundial, omitimos muchos elementos sobre la dimensiones del poder. De esta manera tenemos a la izquierda peruana que busca recomponerse tras más de una década del ostracismo político en el escenario "legal", de una crisis teórica, programática y organizativa. Podemos distinguir importantes esfuerzos de activismo, de presencia en las luchas populares, y de reagrupamientos. Sin embargo, hay serias debilidades que no parecen solucionarse con el activismo, en la conducción de organizaciones populares o en los discursos cargados de citas y optimismo.
La crisis de la izquierda peruana es sin duda, por un lado parte del retroceso de la izquierda mundial tras la caída de la Unión Soviética y el bloque de Europa del Este, sumada a la violencia política interna. En otro plano, al agotamiento de postulados y estilos que no logran enfrentar con éxito las reglas del juego impuestas por el imperialismo y el capitalismo global. Asimismo, y claramente en nuestra izquierda, es clara la falta de renovación de liderazgos públicos y de masas.
Algunos caen en el extremo de culpar de esta crisis solo a una generación de dirigentes políticos o a personas con nombre propio. Sin duda existe un nivel de responsabilidad, y este radica en una insuficiente autocrítica y rectificación en la práctica de errores del pasado que aún persisten, y en especial el pragmatismo que domina a muchos"líderes" de la izquierda que, salvo por el discurso, siguen las mismas jugarretas de la derecha cuando se trata de anteponer la satisfacción de sus ambiciones personales. Así un proyecto político de izquierda que luche por la revolución debe asegurar su continuidad a partir de una permanente renovación de cuadros. Renovación no implica que el cambio generacional garantice más consecuencia, pero es indispensable si se aspira a ser una alternativa de cambios de fondo.
La esperanza que brindan los proyectos de cambio social de América Latina, como en Venezuela, Ecuador, Bolivia y Cuba, significa un gran reto para la izquierda mundial, y claro está, para nuestra izquierda. Nos abre las puertas para repensar esquemas que parecían mecánicos y predeterminados, y discutir en el plano teórico y de la práctica política temas de fondo como el rediseño de la democracia, Estado y medios de producción, el partido único o frente, y necesariamente las dimensiones del poder.
No es este un llamado a sepultar, a destruir para construir, si no a una ruptura y continuidad. Ruptura con estilos y postulados esquemáticos; continuidad en el proyecto que construya la nación, y luche por el socialismo en estrecha relación con movimientos revolucionarios y progresistas internacionales. La izquierda debe seguir en la primera línea de la organización y lucha popular, con una renovación teórica y de liderazgos. De lo contrario, y en el mediano plazo, corre el riesgo de permanecer como fuerza marginal en lo electoral, como eventual aliado menor de fuerzas espontáneas o de turno, compartiendo nichos de poder con las clases dominantes, e incluso como fuerza funcional al sistema. (fin)
Enero de 2008
Por Luis Gárate
El reducido espacio de la izquierda peruana coincide en caracterizar al gobierno de Alan García en curso como del continuismo neoliberal y la alianza de poder entre el partido aprista con los grandes empresarios transnacionales. No obstante, desde la izquierda peruana no aparece una reflexión trabajada sobre el manejo de las contradicciones internas y la forma de ejercer el poder el interior de sus organizaciones políticas. La discusión y propuesta del tema de poder usualmente se limita a la tradición teórica del marxismo sobre el poder político. Debemos valorar los aportes de Lenin en la materia, que son de obligada lectura y cita en la tradición comunista y de gran parte de la izquierda peruana.
A pesar de estos aportes, se soslayan una serie de factores que se consideran sobreentendidos o simplemente inconvenientes para el quehacer de las organizaciones políticas de izquierda, y que solo se ventilan tras bastidores, y llevan muchas veces a repetir vicios y reproducir prácticas que inmovilizan las perspectivas políticas de los partidos. En esta reflexión pretendemos acercarnos a un tema que tiene amplios enfoques teóricos y es más bien una invitación para el debate. En primer lugar, entendemos el poder como una dimensión que es transversal a los seres humanos en la vida social, como parte de su socialización y naturaleza, no se puede cerrar el concepto al tema del poder político.
La lucha por espacios de poder en las personas es cotidiana, y conlleva u sinnúmero de conflictos que no pocas veces se han saldado con maniobras, violencia y la eliminación física. El poder entendido como control, el lograr que otras personas hagan lo que uno desee o considere pertinente. Encontramos pugnas de poder en la vida familiar, en las relaciones sociales, laborales, ¡incluso de pareja!
Cuando nos referimos al poder político, abarcamos todo lo concerniente al manejo de lo público, de la administración del Estado y a la pugna de las organizaciones políticas y las personas dentro de ellas para acceder a posiciones de ese poder, administrarlo y acrecentarlo.
"El poder político es simplemente el poder organizado de una clase para oprimir a otra." es la afirmación de Carlos Marx que englobaría la visión para la izquierda. Para la izquierda marxista, en especial para los comunistas, la lucha por el poder es indesligable de la lucha de clases, y dentro de ella, es la pugna del instrumento político, el partido de clase, para llevar al poder al proletariado y construir el socialismo. Es aquí donde no existe suficiente literatura sobre el manejo de poder al interior de los partidos de clase, en general en el seno de las organizaciones revolucionarias y de izquierda. Existe una ideología y una praxis en la tradición, en las formas organizacionales, las estructuras, las estrategias, pero no una fórmula o teoría para el poder dentro de la izquierda.
Esto nos lleva a recordar que la izquierda no escapa a esas dimensiones de lucha por el poder que se da en casi todos los ámbitos humanos, y con más razón en todas las estructuras políticas. Es aquí que aparecen en el tapete temas claves como el papel que juega el liderazgo, los estilos de conducción, la democracia interna, la funcionalidad, la cultura e identidad organizacional, entre otros.
La natural pugna de poder al interior de la izquierda, propia de la política, se considera implícita. No está en los libros, si no en el devenir mismo de la actividad, en las intrigas en las cúpulas dirigenciales, en las negociaciones y correlaciones de los congresos, en las elecciones de cargos y el desarrollo de los liderazgos, en las transiciones generacionales, entre otras. En ese sentido, no hay una sola forma de abordar el tema, puesto que el poder dentro de los partidos variará junto a los estilos de conducción, tanto del liderazgo individual como del colectivo. Si bien es cierto son determinantes la ideología o marco doctrinal de la organización y su composición de clase, ninguna escapa al estilo impreso por las diversos tipos de personalidad y a los proyectos colectivos en permanente tensión con las aspiraciones personales. El científico ambientalista británico James Lovelock señala en ese sentido que en cualquier forma de organización humana siempre saldrá a relucir una esencia tribal, donde se impone la jerarquía y el papel del líder de la tribu.
Cuando analizamos la crisis de la izquierda peruana, ligada fuertemente a la crisis del paradigma socialista frente a la ofensiva capitalista a nivel mundial, omitimos muchos elementos sobre la dimensiones del poder. De esta manera tenemos a la izquierda peruana que busca recomponerse tras más de una década del ostracismo político en el escenario "legal", de una crisis teórica, programática y organizativa. Podemos distinguir importantes esfuerzos de activismo, de presencia en las luchas populares, y de reagrupamientos. Sin embargo, hay serias debilidades que no parecen solucionarse con el activismo, en la conducción de organizaciones populares o en los discursos cargados de citas y optimismo.
La crisis de la izquierda peruana es sin duda, por un lado parte del retroceso de la izquierda mundial tras la caída de la Unión Soviética y el bloque de Europa del Este, sumada a la violencia política interna. En otro plano, al agotamiento de postulados y estilos que no logran enfrentar con éxito las reglas del juego impuestas por el imperialismo y el capitalismo global. Asimismo, y claramente en nuestra izquierda, es clara la falta de renovación de liderazgos públicos y de masas.
Algunos caen en el extremo de culpar de esta crisis solo a una generación de dirigentes políticos o a personas con nombre propio. Sin duda existe un nivel de responsabilidad, y este radica en una insuficiente autocrítica y rectificación en la práctica de errores del pasado que aún persisten, y en especial el pragmatismo que domina a muchos"líderes" de la izquierda que, salvo por el discurso, siguen las mismas jugarretas de la derecha cuando se trata de anteponer la satisfacción de sus ambiciones personales. Así un proyecto político de izquierda que luche por la revolución debe asegurar su continuidad a partir de una permanente renovación de cuadros. Renovación no implica que el cambio generacional garantice más consecuencia, pero es indispensable si se aspira a ser una alternativa de cambios de fondo.
La esperanza que brindan los proyectos de cambio social de América Latina, como en Venezuela, Ecuador, Bolivia y Cuba, significa un gran reto para la izquierda mundial, y claro está, para nuestra izquierda. Nos abre las puertas para repensar esquemas que parecían mecánicos y predeterminados, y discutir en el plano teórico y de la práctica política temas de fondo como el rediseño de la democracia, Estado y medios de producción, el partido único o frente, y necesariamente las dimensiones del poder.
No es este un llamado a sepultar, a destruir para construir, si no a una ruptura y continuidad. Ruptura con estilos y postulados esquemáticos; continuidad en el proyecto que construya la nación, y luche por el socialismo en estrecha relación con movimientos revolucionarios y progresistas internacionales. La izquierda debe seguir en la primera línea de la organización y lucha popular, con una renovación teórica y de liderazgos. De lo contrario, y en el mediano plazo, corre el riesgo de permanecer como fuerza marginal en lo electoral, como eventual aliado menor de fuerzas espontáneas o de turno, compartiendo nichos de poder con las clases dominantes, e incluso como fuerza funcional al sistema. (fin)
Enero de 2008
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