jueves, 16 de abril de 2009

Del VRAE y los fantasmas

Tras los alevosos ataques terroristas a soldados en la selva
Por Luis Gárate*
16-04-09

Tras los recientes ataques perpetrados por presuntas huestes senderistas en el Valle de los ríos Apurímac y Ene (VRAE), las clases dominantes parecen celebrar el retorno de los fantasmas del terrorismo a pocos días de emitida la histórica sentencia al ex dictador Fujimori.

Alan García no tuvo mejor frase que acuñar -propia de su temple frente a los derechos humanos- que ante la muerte de soldados “estamos en guerra y, en toda guerra, hay costos”. García sabe bien de lo que habla, si recordamos los altos “costos” humanos durante su primer gobierno.

Es que la reciente emboscada “narcoterrorista” a una patrulla del Ejército les costó la vida a 14 soldados en Ayacucho y todo indica que se pudo impedir. Entre los muertos hay varios jóvenes menores de edad como el soldado Robinson Macedo Sima (17), muerto tras el ataque perpetrado en la localidad de Sanabamba, en el VRAE.

Por su parte el defensor del Pueblo en Ayacucho, Jorge Fernández Mavila denunció que más de cien menores de edad fueron reclutados por el Ejército en el 2008, y algunos de ellos habrían incluso combatido al narcoterrorismo en el VRAE y otras zonas de emergencia.

Asimismo la representante de la Defensoría del Pueblo en Ucayali, Hilda Saravia, sostuvo que cinco menores ucayalinos, de entre 15 y 17 años de edad, prestan su servicio militar voluntario en zonas de emergencia como el VRAE.

Esta escandalosa situación es una muestra más de la falta de una adecuada estrategia militar, y en general, el desinterés que ponen los gobiernos de las clases dominantes, como el aprista, en atacar a fondo el problema del tráfico de drogas que se está expandiendo con preocupante rapidez en diversas zonas del país.

Según el especialista Ricardo Soberón, la producción de hoja de coca en el VRAE es de más de 56 mil toneladas de hoja. Mientras la cantidad de cocaína producida en el Perú ha aumentado a 280 toneladas por año, representando el 28% de la producción mundial.

El Valle de los ríos Apurímac y Ene (VRAE) es una cuenca hidrográfica entre los departamentos de Ayacucho, Cusco y Junín. Abarca unos 12 mil kilómetros cuadrados y se ha convertido en el primer lugar de producción de droga por encima de las cuencas cocaleras del Huallaga.

Mientras peligrosos carteles internacionales de la droga y las gigantescas redes de corrupción narcotraficante se expanden en el Perú, la mafia fujimontesinista y los sectores fascistas aún en el poder, impulsores de la guerra sucia, buscan obstaculizar las soluciones a las causas del problema y pescar a río revuelto.

Por eso el vicepresidente Luis Giampietri, destacado representante del fascismo militar, declara sin rubor “hoy es el momento de las decisiones y de colaborar, o estamos esperando otro Tarata. Creo que esta es una fuerte llamada de atención”.

A estas declaraciones se unen en comparsa los medios derechistas, que infunden terror y buscan revivir los fantasmas del “terrorismo comunista”. Esta estrategia, como lo ha sido antes, le cae como anillo al dedo a las clases dominantes para garantizar una estrategia de terror y represión ante cualquier protesta y configuración de una alternativa popular.

No cabe duda que subsisten algunos elementos del senderismo en algunas zonas del país que se han puesto al servicio rentado del narcotráfico. Sin embargo, eso no permite hablar de un proceso de recomposición política y rebrote de la amenaza de Sendero.

El grave problema del narcotráfico y el cultivo ilegal de la coca requieren de una estrategia militar que contemple, como queda claro, la preparación de fuerzas especiales adecuadamente equipadas y atendidas. La otra, y que va de la mano, es una estrategia integral de desarrollo de la zona, que permita plantear alternativas reales de trabajo, producción agrícola, vías de comunicación, y servicios públicos esenciales a la población.

La izquierda debe tener claro esto a la hora de enfrentar las tentativas fascistoides de revivir fantasmas, y para plantear una estrategia de fondo al tema del narcotráfico. Nuestra alternativa pasa necesariamente por enfrentar con decisión a las poderosas redes de corrupción en el Estado, que atraviesan las fuerzas armadas y policiales; abordar el reto de priorizar la reducción del consumo nacional y en especial en el extranjero; una estrategia militar eficaz y una estrategia integral de desarrollo de las zonas afectadas y del país.

Enfrentando la estrategia fujimorista

La necesaria atención al pragmatismo en los sectores populares
Por Luis Gárate
13-04-09

Más allá de la histórica sentencia de 25 años al ex dictador Alberto Fujimori, correspondiente a la proporción de sus crímenes, el proceso ha servido para poner en la palestra las estrategias que usan sus herederos para mantener viva y apuntalar la imagen del fujimorismo.

Desde el comienzo y en particular en la última etapa del juicio, Fujmori usó la sala como plataforma política y así pregonar su inocencia y la “justeza” de todo su accionar, aduciendo que fue el “pacificador” del país, benefactor de los pobres y que desconocía el accionar de su socio Montesinos y de los comandos militares de aniquilación.

Mientras tanto la bancada fujimorista y la muy publicitada hija Keiko tampoco perdieron ninguna oportunidad para politizar el proceso, declarar y hacer del juicio una suerte de show mediático para acusar de parcialidad a la fiscalía, lo procuradores y a los medios de comunicación.

Lo más grave de todo, en primer lugar, es que la dirigencia aprista empezando por el mismo Alan García, se han convertido en el principal aliado de la mafia fujimorista, ya que la avalan a través de los dos vicepresidentes (Giampietri y Mendoza) y los entuertos que permiten lograr mayorías en el congreso.

Lo segundo es que este respaldo gubernamental le da un manto de impunidad a diferentes segmentos de los grupos de poder que estuvieron y están vinculados al fujimorismo, pasando por sectores militares fascistas, de funcionarios públicos y del gran empresariado.

Se trata de varios aspectos en los que coinciden la dirigencia aprista y el fujimorismo, donde se encuentran sus intereses en mantener el modelo neoliberal y de enterrar los casos de corrupción y de violaciones a los derechos humanos. Ahí están sus coincidencias a la hora de difamar a la Comisión de la Verdad.

En tercer lugar, no podemos dudar que a pesar de las enorme dimensión de la corrupción y de envilecimiento del poder que provocó el fujimorismo, hay importantes segmentos de la población que añoran la ”mano dura” y el despliegue de obras del que se preciaba el régimen fujimorista.


Es este último aspecto al que más atención debemos prestar desde las filas de izquierda, pues sin un adecuado esclarecimiento y nueva vinculación con los sectores populares que fueron ganados por el asistencialismo fujimorista, será difícil revertir el pragmatismo que cunde en los segmentos populares de Lima y otras zonas urbanas.

Siguiendo a Erich Fromm en El miedo a la libertad al describir el surgimiento del fascismo en Alemania, podríamos decir que fujimorismo más que una ideología, es un estilo que pudo sintonizar con las reacciones de la clases medias empobrecidas que estaban atemorizadas por la violencia política de los 80 y a la vez, estaban ansiosas de soluciones “radicales“ ante el descalabro económico aprista.

Mientras el empresariado y los militares acogieron a Fujimori como conductor del programa neoliberal, el régimen manejaba los necesidades de los crecientes bolsones de pobreza a partir del despliegue de la asistencia alimentaria y de obras como servicio de electrificación, agua potable, pistas y colegios, entre otros.

Estos sectores pobres son ahora el objetivo en disputa entre los herederos del fujimorismo que levantan la figura de Keiko, la manipulación de la maquinaria aprista y las aspiraciones presidenciales de Luis Castañeda con sus redes municipales.

Si aspiramos a ser parte del un amplio bloque popular del cambio, debemos afinar las estrategias para afrontar la campaña aprofujimorista del olvido, la impunidad y el pragmatismo, dándole sentido político a las necesidades y demandas sociales y creando nuevos referentes de liderazgo público. Esas carencias izquierdistas se expresan en la falta de referentes de opinión y el alejamiento de los sectores populares, de los trabajadores, en particular de los jóvenes.

Podríamos empezar por adoptar iniciativas inmediatas, por ejemplo, para superar trabas serias como el burocratismo y algunas disputas que empequeñecen nuestra acción política. De no tomar medidas, podríamos ser nuevamente avasallados -en la ciudad capital y zonas urbanas- por la millonaria campaña mediática y la estrategia de manipulación y despolitización del fujimorismo, el Apra y la derecha.

domingo, 5 de abril de 2009

Alan, la derecha y la conservación del modelo

Tras las declaraciones del presidente y las estrategias de la derecha
Por Luis Gárate

La maquinaria aprista ya inició la campaña electoral. Así lo demuestran las declaraciones de Alan García y voceros de su partido que son una muestra más de cómo los jefes apristas se ponen al servicio de las clases dominantes para garantizar no solo la elección de sus representantes, sino la continuidad del modelo económico neoliberal.

Mientras Alan García asistía la Reunión Anual de Jefes Ejecutivos de América Latina del Instituto de Finanzas Internacionales (IIF), que se realizó en el hotel Marriot, no tuvo mejor manera de quedar bien con la gran banca que decir: “…puedo garantizarle a todos los que quieran traer un centavo a este país, que ese centavo está garantizado por la estabilidad política que va a tener el Perú en los próximos 10 años. Esto es mi contribución al largo plazo de la poscrisis que va a haber”.

A lo que después añadió la ya célebre frase donde dijo que el presidente tiene un poder que puede evitar que sea presidente quien él no quiera, acotando que ya lo había demostrado. Posteriormente, en un evento masivo en Huánuco, García también señaló que luchará con todas sus fuerzas para que ningún “modelo primitivo” detenga el crecimiento económico.

Por su parte el vocero de la Célula Parlamentaria Aprista, Aurelio Pastor, anunció que su agrupación confrontará políticamente a quienes mantienen una línea política que “busca socavar la democracia y que no respeta la propiedad privada e inversiones”.

Para completar la lista de las declaraciones soberbias, Jorge del Castillo ha tenido el desparpajo de decir que tiene la “profunda convicción” de que el pueblo va a votar en el 2011 por lo que le garantice esta línea de crecimiento del país y que nadie va a votar por “saltos al vacío”.

Más allá de las declaraciones, queda muy claro que la dirigencia aprista no ceja en sus esfuerzos para blindar a sus nuevos aliados, los representantes del gran empresariado y las finanzas, con los TLC y otras iniciativas como las alianzas público- privadas del llamado “plan anticrisis”.

Por otro lado la maquinaria del partido de la estrella también está desplegando una ofensiva en los sectores populares, sabiendo que serán los principales afectados por la crisis capitalista mundial. Por un lado -como lo hemos señalado en artículos anteriores- están realizando visitas propagandísticas de entidades estatales con el Módulo Perú Crecer.

Entidades del gobierno como el Ministerio de vivienda, Ministerio de la mujer, SEDAPAL, COFOPRI, entre otros, convocan constantemente a las organizaciones sociales de base a eventos masivos para hacerles promesas de solución de problemas como servicios básicos, titulación, programas de vivienda, y para comprometerlos en las iniciativas de propaganda oficial.

Asimismo se están dictando normas como la ley de condonación de deudas del Banco de materiales y la ley de expropiaciones, que parecía tener objetivos sociales para el acceso al suelo de los más pobres, pero cuya posterior reglamentación es contradictoria, engañosa y que luego beneficiaría a intereses privados.

En el fondo la estrategia de la que se precian Alan García y los voceros del gobierno para asegurar la “continuidad del modelo”, más allá de preparar un fraude, consiste en asegurar el control de los sectores sociales. Mientras tanto afianzan por arriba grandes beneficios para empresas constructoras, transnacionales mineras e industrias extractoras, y exportadores, a través de procesos como las concesiones y privatizaciones de puertos y aeropuertos.

Frente a esto la respuesta de los sectores de izquierda y progresistas no puede ser solo prepararse para las elecciones. La unidad, en ese sentido, es un instrumento esencial para avanzar en construir la alternativa de cambio, pero si esta no se engrana a estrategias definidas y concretas de concientización y movilización social, difícilmente superarán al aprismo y la derecha que conservan como bastión las áreas urbanas. Mientras García se ufana de ser el verdadero “izquierdista” por hacer obras públicas para los más pobres, la izquierda realmente existente no está fortaleciendo su trabajo en los sectores populares urbanos.

En ese sentido resulta vital la tarea de educación política que juegan los maestros, y también la iniciativa que tengan los cuadros y militantes en la conducción de las demandas de los pueblos y los trabajadores.

Todavía hay un trecho por recorrer en el proceso unitario de la izquierda y el nacionalismo en las bases, y este pasa necesariamente por fortalecer la capacidad de propuesta programática, de relación con los ciudadanos en sus demandas concretas y en la renovación de liderazgos.