Por Luis Gárate
Las denuncias que inundan el acontecer político peruano sobre el copamiento del estado por el Partido Aprista y por los actos de corrupción en entidades públicas no hacen más que poner la cereza sobre la torta en la desacreditada política peruana.
En el diario acontecer noticioso ya es una costumbre escuchar de diferentes casos que atraviesan a casi todos los estamentos de la administración pública, que pasan por las bien conocidas coimas policiales, "compra" de funcionarios judiciales, la contratación de trabajadores fantasmas por los congresistas, así como las grandes comisiones para favorecer a empresas en licitaciones de obras públicas y las compras sobrevaluadas.
Desde las trincheras de la izquierda, en particular desde las filas comunistas, denunciamos con fuerza los actos de corrupción que acontecen en el régimen actual y que responden, en gran medida, a la debilidad de las estructuras políticas y su vinculación a grupos de poder económicos.
Si embargo, en nuestras filas no estamos exentos de ser parte de actos de corrupción y de falta de correspondencia con la ética política. El riesgo de las deformaciones burocráticas y una actuación impropia también han rondado en las filas de las estructuras políticas y gremiales de la clase obrera y los sectores populares.
El hecho de que nuestra propuesta política sea revolucionaria no la hace pura o inmune a la corrupción, pero precisamente en esa aspiración de ser parte de una corriente de cambio de raíz de la sociedad capitalista, que busca ser una alternativa civilizatoria, le corresponde ser también un ejemplo de elevada moral y ética política en la administración de los asuntos públicos.
Lamentablemente en la actualidad vemos los rezagos de un estilo de liderazgo formado en la década de los años 70 y 80, que por un lado caracterizó a una generación que asumió un compromiso político y de vida con los sectores populares, pero que en algunos casos, y bajo la consigna de que el fin justifica los medios, adolece de escrúpulos cuando se trata de anteponer protagonismos personales así como estilos caudillistas y autoritarios.
La izquierda en la gestión de gobiernos locales, así como en la conducción de organizaciones de base, deja un balance con muestras de autogestión y voluntad, entrega y desprendimiento, pero también de falta de transparencia, ambiciones de grupo, sectarismo, división y oportunismo.
Sin no somos capaces de demostrar coherencia en nuestra práctica política y en la vida cotidiana, no podremos concretar un modelo de sociedad que sea una real superación del sistema actual.
El socialismo es un proceso de construcción que debe tener como uno de sus ejes transversales una ética proletaria en la edificación de una democracia real, basada en la transparencia y la eficiencia, con la posibilidad de que una ciudadanía plena ejerza control y fiscalización de los asuntos públicos.
La cita de Mao Tsetung "no tomar a las masas ni una sola aguja ni una sola hebra de hilo" recoge en síntesis uno de los principios de un ética comunista, que debe basarse en una práctica honesta y austera en la conducción y orientación del movimiento popular.
La crisis política y social peruana afecta lo institucional, lo moral, esencialmente la confianza de la gente. El reto de una fuerza política de cambio es ser una alternativa viable de poder y una fuerza capaz de controlar los posibles excesos que conlleva su administración. Por ello la preparación y cualificación integral de la militancia comunista es de vital importancia, y en este mes en el que se recuerda a valerosos mártires comunistas como Jesús Alberto Páez, que sirva para adoptar los correctivos y dar el salto para convertirnos en la fuerza que le dé al Perú un proceso de real democratización y moralización.
Agosto de 2008
Las denuncias que inundan el acontecer político peruano sobre el copamiento del estado por el Partido Aprista y por los actos de corrupción en entidades públicas no hacen más que poner la cereza sobre la torta en la desacreditada política peruana.
En el diario acontecer noticioso ya es una costumbre escuchar de diferentes casos que atraviesan a casi todos los estamentos de la administración pública, que pasan por las bien conocidas coimas policiales, "compra" de funcionarios judiciales, la contratación de trabajadores fantasmas por los congresistas, así como las grandes comisiones para favorecer a empresas en licitaciones de obras públicas y las compras sobrevaluadas.
Desde las trincheras de la izquierda, en particular desde las filas comunistas, denunciamos con fuerza los actos de corrupción que acontecen en el régimen actual y que responden, en gran medida, a la debilidad de las estructuras políticas y su vinculación a grupos de poder económicos.
Si embargo, en nuestras filas no estamos exentos de ser parte de actos de corrupción y de falta de correspondencia con la ética política. El riesgo de las deformaciones burocráticas y una actuación impropia también han rondado en las filas de las estructuras políticas y gremiales de la clase obrera y los sectores populares.
El hecho de que nuestra propuesta política sea revolucionaria no la hace pura o inmune a la corrupción, pero precisamente en esa aspiración de ser parte de una corriente de cambio de raíz de la sociedad capitalista, que busca ser una alternativa civilizatoria, le corresponde ser también un ejemplo de elevada moral y ética política en la administración de los asuntos públicos.
Lamentablemente en la actualidad vemos los rezagos de un estilo de liderazgo formado en la década de los años 70 y 80, que por un lado caracterizó a una generación que asumió un compromiso político y de vida con los sectores populares, pero que en algunos casos, y bajo la consigna de que el fin justifica los medios, adolece de escrúpulos cuando se trata de anteponer protagonismos personales así como estilos caudillistas y autoritarios.
La izquierda en la gestión de gobiernos locales, así como en la conducción de organizaciones de base, deja un balance con muestras de autogestión y voluntad, entrega y desprendimiento, pero también de falta de transparencia, ambiciones de grupo, sectarismo, división y oportunismo.
Sin no somos capaces de demostrar coherencia en nuestra práctica política y en la vida cotidiana, no podremos concretar un modelo de sociedad que sea una real superación del sistema actual.
El socialismo es un proceso de construcción que debe tener como uno de sus ejes transversales una ética proletaria en la edificación de una democracia real, basada en la transparencia y la eficiencia, con la posibilidad de que una ciudadanía plena ejerza control y fiscalización de los asuntos públicos.
La cita de Mao Tsetung "no tomar a las masas ni una sola aguja ni una sola hebra de hilo" recoge en síntesis uno de los principios de un ética comunista, que debe basarse en una práctica honesta y austera en la conducción y orientación del movimiento popular.
La crisis política y social peruana afecta lo institucional, lo moral, esencialmente la confianza de la gente. El reto de una fuerza política de cambio es ser una alternativa viable de poder y una fuerza capaz de controlar los posibles excesos que conlleva su administración. Por ello la preparación y cualificación integral de la militancia comunista es de vital importancia, y en este mes en el que se recuerda a valerosos mártires comunistas como Jesús Alberto Páez, que sirva para adoptar los correctivos y dar el salto para convertirnos en la fuerza que le dé al Perú un proceso de real democratización y moralización.
Agosto de 2008
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