Por Luis Gárate
El tema de la seguridad regional y nacional se ha puesto en la primera línea de la noticia tras los recientes impases fronterizos provocados por la intervención de fuerzas militares colombianas en territorio ecuatoriano para eliminar una columna guerrillera de las FARC.
Mientras toda la atención mundial estaba centrada en la tensión diplomática entre Colombia, Ecuador y Venezuela, en nuestro país el gobierno aprista aprovechaba para atizar el fantasma de la agitación social supuestamente alentada por rezagos terroristas financiados por el “chavismo”.
Durante la última celebración del “Día de la fraternidad”, los líderes apristas, encabezados por el veterano Armando Villanueva, dejaron en claro cual era –según ellos- el nuevo “imperialismo” que habría reemplazado al norteamericano y al que habría que enfrentar: el bolivarianismo venezolano. En su afán de justificar su política anticomunista y de sometimiento a los Estados Unidos (cuyos antecedentes ya conocemos en la tesis hayista del interamericanismo democrático sin imperio) la cúpula del PAP ha buscado la principal amenaza a la integración latinoamericana y a la “estabilidad democrática” en los proyectos de cambio que están cuestionando la hegemonía norteamericana en la región.
Esta visión macartista es alentada por las principales empresas de comunicación con un clara orientación neoliberal y que siembran un clima paranoico frente a toda opción política de cambio, donde se mezcla en un mismo paquete a los nacionalistas, la izquierda y a las organizaciones populares con la Revolución Bolivariana e incluso con los rezagos del terrorismo.
En este contexto, la política de seguridad nacional es un tema clave. Debemos discutir que noción de seguridad tenemos en el contexto de los problemas y nuevos retos de la seguridad global. Si partimos de que una opción política implica una visión integral de la sociedad, la seguridad no puede desligarse de un proyecto nacional, un proyecto de país, de estado y de inserción en la política mundial.
De lo dicho anteriormente se desprende que existe una confrontación en Latinoamérica entre dos proyectos: los gobiernos que buscan construir un bloque progresista, y por otro lado, el que busca una política de sujeción a la política exterior norteamericana. A pesar de los matices, no es poco lo que está en juego. En el fondo están en disputa temas vitales para la supervivencia del estado-nación, de la región y -nos atrevemos a decir- de la humanidad en su conjunto. Entre estos temas destacan el autoabastecimiento energético, la protección y economía sustentable con el medio ambiente, en especial el cuidado de la biodiversidad y como afrontar el calentamiento global, la educación y el desarrollo tecnológico, la promoción y la calidad del empleo, el intercambio e integración comercial, el desarrollo social, entre otros.
De esta manera hablamos de una concepción de seguridad nacional para el Perú desde la perspectiva de un Proyecto Histórico, en la medida que ante la situación del Perú y de la región, es necesario construir un bloque político y social que afronte los retos mencionados y que enfrente la concepción neoliberal, la que pone en primer lugar el ingreso del capital extranjero sin asegurar la sostenibilidad de los recursos naturales para el abastecimiento y el bienestar nacional.
Frente al inmenso reto de construir un estado soberano, democrático y popular, eficiente y que inserte al Perú al mundo dentro de un bloque regional independiente, surge la necesidad de constituir un bloque histórico y patriótico, en términos de un frente nacional que agruparía a las fuerzas nacionalistas, comunistas, socialistas, así como los segmentos progresistas del pensamiento aprista y del cristianismo. Tendrá la misión de fortalecer el capitalismo nacional y desarrollar las potencialidades económicas del Perú arraigadas en su gran iniciativa empresarial y en la inmensa biodiversidad, por ejemplo el desarrollo e investigación de la biotecnología.
Si analizamos la situación de la izquierda y en especial de los comunistas, no se puede pensar para el mediano plazo en un proyecto de vanguardia con posibilidades de gobierno. Para los comunistas, el reto es constituirse en una fuerza independiente, con asiento de clase y con mucha mayor influencia teórica y cultural.
Proyecto histórico y fuerzas de seguridad
En ese proceso el papel de las fuerzas armadas y la policía nacional juegan un rol central. Para lograr los cambios, como rescatar el papel del estado en el control de los recursos naturales estratégicos, para tratar con el gran capital internacional en condiciones dignas para los trabajadores peruanos y para el medio ambiente, se requiere una amplia unidad política y social que incluya las fuerza armadas como un pilar institucional de la democracia, y junto al pueblo organizado, enfrenten al sabotaje del imperialismo y las fuerzas que se resisten a los profundos cambios que requiere nuestro país.
Para eso nuestras fuerzas armadas y la policía nacional deben superar las influencias que han penetrado toda su doctrina y currícula, que tuvo su expresión más nítida en la lucha contrasubversiva y el apoyo institucional al régimen fujimontesinista. Esas concepciones basadas inicialmente por la política anticomunista de la guerra fría impartida en la Escuela de las Américas, así como la actual política de seguridad frente al “terrorismo global”.
En esa visión, existe una férrea integración entre la defensa de la patria, la legalidad constitucional y un orden social sustentado en los valores tradicionales católicos y aristotélicos de la desigualdad social natural. Con esa lógica toda opción de izquierdas es considerada potencialmente subversiva, perturbadora del ”orden natural” y es inmediatamente infiltrada para monitorearla y sabotear su accionar.
El reto de un Proyecto Histórico de cambio radica en que partiendo de los valores cristianos que imprimen la realidad social peruana, se de un salto real a una concepción de fuerzas armadas y fuerza de seguridad pública modernas y altamente tecnificadas, pero ajustadas en dimensión y recursos a la defensa de una nueva legalidad, superando la “defensa del estado”, que en realidad es un aparato ineficiente y burocrático que sirve a las clases dominantes y no está al servicio de la mayoría de peruanos. Esto como parte de una nueva carta constitucional, que plantea el reto de fuerzas de seguridad plenamente integradas al pueblo, con una clara noción y práctica de la defensa de los derechos humanos y de la diversidad cultural peruana.
El proyecto histórico debería recoger elementos de concepciones como la seguridad humana planteada por las Naciones Unidas. La seguridad nacional no radica solo en el superioridad militar y en la supervivencia del estado, sino en que exista un desarrollo integral del conjunto de la sociedad. Una política de seguridad humana sería la más patriótica, porque su fuerza, mas que basarse en un millonario poderío militar, radicaría más bien en la fuerza unida del pueblo con sus fuerzas armadas y policiales, e implicaría una férrea defensa frente a las pretensiones expansionistas de las clases dominantes de países como Chile.
En materia de seguridad interior o pública, se debe superar la militarización de las fuerzas policiales y hacerla una fuerza ciudadana con un enfoque preventivo, más que dedicada a la represión violenta e indiscriminada de la protesta social y la actividad delictiva.
Una política de seguridad humana enmarcada en el proyecto de cambio debe atacar de manera integral problemas del narcotráfico, y con una política regional concertada, deberá atacar la expansión del consumo y combatir a las cadenas y mafias del comercio ilegal de drogas que están enquistadas en altas esferas del poder. Asimismo para mejorar la seguridad ciudadana, la integración policía-ciudadano debe pasar por el mejoramiento de los procesos formativos y las condiciones laborales de vida del personal, en especial del subalterno (Por ejemplo, a través de la sindicalización).
La perspectiva de las fuerzas del cambio es recuperar y fortalecer su capacidad de organización y movilización popular, así como en formar los equipos de gobierno y los cuadros especializados para las propuestas y la gestión de los asuntos públicos, y en especial en el nuevo enfoque de seguridad que demanda la construcción del Proyecto Histórico.
Con el ejemplo de San Martín y Bolívar, Grau y Bolognesi, de Quiñones y Mariano Santos, y del proyecto patriótico del General Juan Velasco, las fuerzas armadas y policiales podrán jugar su verdadero papel de defensa del pueblo ante los grupos que sirven a sus mezquinos intereses y empeñan la nación al gran capital y a los poderes hegemónicos.
El tema de la seguridad regional y nacional se ha puesto en la primera línea de la noticia tras los recientes impases fronterizos provocados por la intervención de fuerzas militares colombianas en territorio ecuatoriano para eliminar una columna guerrillera de las FARC.
Mientras toda la atención mundial estaba centrada en la tensión diplomática entre Colombia, Ecuador y Venezuela, en nuestro país el gobierno aprista aprovechaba para atizar el fantasma de la agitación social supuestamente alentada por rezagos terroristas financiados por el “chavismo”.
Durante la última celebración del “Día de la fraternidad”, los líderes apristas, encabezados por el veterano Armando Villanueva, dejaron en claro cual era –según ellos- el nuevo “imperialismo” que habría reemplazado al norteamericano y al que habría que enfrentar: el bolivarianismo venezolano. En su afán de justificar su política anticomunista y de sometimiento a los Estados Unidos (cuyos antecedentes ya conocemos en la tesis hayista del interamericanismo democrático sin imperio) la cúpula del PAP ha buscado la principal amenaza a la integración latinoamericana y a la “estabilidad democrática” en los proyectos de cambio que están cuestionando la hegemonía norteamericana en la región.
Esta visión macartista es alentada por las principales empresas de comunicación con un clara orientación neoliberal y que siembran un clima paranoico frente a toda opción política de cambio, donde se mezcla en un mismo paquete a los nacionalistas, la izquierda y a las organizaciones populares con la Revolución Bolivariana e incluso con los rezagos del terrorismo.
En este contexto, la política de seguridad nacional es un tema clave. Debemos discutir que noción de seguridad tenemos en el contexto de los problemas y nuevos retos de la seguridad global. Si partimos de que una opción política implica una visión integral de la sociedad, la seguridad no puede desligarse de un proyecto nacional, un proyecto de país, de estado y de inserción en la política mundial.
De lo dicho anteriormente se desprende que existe una confrontación en Latinoamérica entre dos proyectos: los gobiernos que buscan construir un bloque progresista, y por otro lado, el que busca una política de sujeción a la política exterior norteamericana. A pesar de los matices, no es poco lo que está en juego. En el fondo están en disputa temas vitales para la supervivencia del estado-nación, de la región y -nos atrevemos a decir- de la humanidad en su conjunto. Entre estos temas destacan el autoabastecimiento energético, la protección y economía sustentable con el medio ambiente, en especial el cuidado de la biodiversidad y como afrontar el calentamiento global, la educación y el desarrollo tecnológico, la promoción y la calidad del empleo, el intercambio e integración comercial, el desarrollo social, entre otros.
De esta manera hablamos de una concepción de seguridad nacional para el Perú desde la perspectiva de un Proyecto Histórico, en la medida que ante la situación del Perú y de la región, es necesario construir un bloque político y social que afronte los retos mencionados y que enfrente la concepción neoliberal, la que pone en primer lugar el ingreso del capital extranjero sin asegurar la sostenibilidad de los recursos naturales para el abastecimiento y el bienestar nacional.
Frente al inmenso reto de construir un estado soberano, democrático y popular, eficiente y que inserte al Perú al mundo dentro de un bloque regional independiente, surge la necesidad de constituir un bloque histórico y patriótico, en términos de un frente nacional que agruparía a las fuerzas nacionalistas, comunistas, socialistas, así como los segmentos progresistas del pensamiento aprista y del cristianismo. Tendrá la misión de fortalecer el capitalismo nacional y desarrollar las potencialidades económicas del Perú arraigadas en su gran iniciativa empresarial y en la inmensa biodiversidad, por ejemplo el desarrollo e investigación de la biotecnología.
Si analizamos la situación de la izquierda y en especial de los comunistas, no se puede pensar para el mediano plazo en un proyecto de vanguardia con posibilidades de gobierno. Para los comunistas, el reto es constituirse en una fuerza independiente, con asiento de clase y con mucha mayor influencia teórica y cultural.
Proyecto histórico y fuerzas de seguridad
En ese proceso el papel de las fuerzas armadas y la policía nacional juegan un rol central. Para lograr los cambios, como rescatar el papel del estado en el control de los recursos naturales estratégicos, para tratar con el gran capital internacional en condiciones dignas para los trabajadores peruanos y para el medio ambiente, se requiere una amplia unidad política y social que incluya las fuerza armadas como un pilar institucional de la democracia, y junto al pueblo organizado, enfrenten al sabotaje del imperialismo y las fuerzas que se resisten a los profundos cambios que requiere nuestro país.
Para eso nuestras fuerzas armadas y la policía nacional deben superar las influencias que han penetrado toda su doctrina y currícula, que tuvo su expresión más nítida en la lucha contrasubversiva y el apoyo institucional al régimen fujimontesinista. Esas concepciones basadas inicialmente por la política anticomunista de la guerra fría impartida en la Escuela de las Américas, así como la actual política de seguridad frente al “terrorismo global”.
En esa visión, existe una férrea integración entre la defensa de la patria, la legalidad constitucional y un orden social sustentado en los valores tradicionales católicos y aristotélicos de la desigualdad social natural. Con esa lógica toda opción de izquierdas es considerada potencialmente subversiva, perturbadora del ”orden natural” y es inmediatamente infiltrada para monitorearla y sabotear su accionar.
El reto de un Proyecto Histórico de cambio radica en que partiendo de los valores cristianos que imprimen la realidad social peruana, se de un salto real a una concepción de fuerzas armadas y fuerza de seguridad pública modernas y altamente tecnificadas, pero ajustadas en dimensión y recursos a la defensa de una nueva legalidad, superando la “defensa del estado”, que en realidad es un aparato ineficiente y burocrático que sirve a las clases dominantes y no está al servicio de la mayoría de peruanos. Esto como parte de una nueva carta constitucional, que plantea el reto de fuerzas de seguridad plenamente integradas al pueblo, con una clara noción y práctica de la defensa de los derechos humanos y de la diversidad cultural peruana.
El proyecto histórico debería recoger elementos de concepciones como la seguridad humana planteada por las Naciones Unidas. La seguridad nacional no radica solo en el superioridad militar y en la supervivencia del estado, sino en que exista un desarrollo integral del conjunto de la sociedad. Una política de seguridad humana sería la más patriótica, porque su fuerza, mas que basarse en un millonario poderío militar, radicaría más bien en la fuerza unida del pueblo con sus fuerzas armadas y policiales, e implicaría una férrea defensa frente a las pretensiones expansionistas de las clases dominantes de países como Chile.
En materia de seguridad interior o pública, se debe superar la militarización de las fuerzas policiales y hacerla una fuerza ciudadana con un enfoque preventivo, más que dedicada a la represión violenta e indiscriminada de la protesta social y la actividad delictiva.
Una política de seguridad humana enmarcada en el proyecto de cambio debe atacar de manera integral problemas del narcotráfico, y con una política regional concertada, deberá atacar la expansión del consumo y combatir a las cadenas y mafias del comercio ilegal de drogas que están enquistadas en altas esferas del poder. Asimismo para mejorar la seguridad ciudadana, la integración policía-ciudadano debe pasar por el mejoramiento de los procesos formativos y las condiciones laborales de vida del personal, en especial del subalterno (Por ejemplo, a través de la sindicalización).
La perspectiva de las fuerzas del cambio es recuperar y fortalecer su capacidad de organización y movilización popular, así como en formar los equipos de gobierno y los cuadros especializados para las propuestas y la gestión de los asuntos públicos, y en especial en el nuevo enfoque de seguridad que demanda la construcción del Proyecto Histórico.
Con el ejemplo de San Martín y Bolívar, Grau y Bolognesi, de Quiñones y Mariano Santos, y del proyecto patriótico del General Juan Velasco, las fuerzas armadas y policiales podrán jugar su verdadero papel de defensa del pueblo ante los grupos que sirven a sus mezquinos intereses y empeñan la nación al gran capital y a los poderes hegemónicos.
Marzo de 2008
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