Lecciones de unidad y correlación de fuerzas
Por Luis Gárate*
Este año se cumplen treinta y cinco años del 11 de septiembre, aquel trágico día de 1973 en que el fascismo militar apoyado por el imperialismo se hizo del poder, derrocando el proyecto unitario de la izquierda chilena que buscaba construir el socialismo en el marco de una democracia representativa.
Mucho se ha escrito sobre el proceso chileno: duras críticas desde posiciones ortodoxas hasta apologías desde posiciones más reformistas. De lo que no cabe duda es que esa experiencia de 3 años de gobierno tiene todavía mucho que enseñar a la izquierda, en particular a los comunistas peruanos.
Recordemos que el bloque de la Unidad Popular, formado por los dos partidos más importantes de la izquierda chilena -el Partido Comunista y el Partido Socialista- fue el resultado a varias décadas de esfuerzos unitarios y postulaciones que llevaron finalmente a la victoria en 1970 de la UP con Salvador Allende como candidato presidencial.
También es importante recordar que al no conseguir mayoría simple, Allende tuvo que ser ratificado por el congreso chileno. La correlación de fuerzas y de clases sociales en Chile es un importante elemento a entender, ya que si bien había una importante corriente de cambio desde las clases trabajadores y del pueblo, los sectores medios y de la burguesía aún tenían una importancia nada desdeñable.
El proceso chileno se caracterizó porque Allende y una parte de la UP tenía claro que su programa de gobierno aspiraba a la socialización de los principales medios de producción y a profundizar la reforma agraria iniciada por la democracia cristiana, en esencia, avanzar en la democratización de la sociedad y sentar las bases para el socialismo, pero sin romper de tajo la institucionalidad de la democracia burguesa, como el parlamento y el pluripartidismo.
La derecha chilena no tardó en mostrar su actuar más violento y golpista, y grupos como el Partido Nacional o Patria y Libertad no dudaron en usar el terrorismo desde el primer día de gobierno de la UP, asesinando a militares constitucionalistas, promoviendo el sabotaje, el desprestigio mediático, desordenes callejeros, los paros de camioneros financiados por la CIA, entre otros.
Pero en un proceso de esta naturaleza las corrientes opositoras no vienen solo de la reacción, sino también de las filas populares. En el seno del partido de Allende (el PS) y de sectores fuera de la UP, como el MIR, se planteaba que frente la amenaza fascista la izquierda debía también tomar el control total del estado y de las fuerzas armadas.
Esta tensión se daba mientras desde el pueblo crecían formas de poder popular, como los cordones industriales en los que los trabajadores de las fábricas paralizadas por sus dueños eran tomadas y recuperadas formando redes distritales, las juntas de abastecimiento para luchar contra la especulación comercial, los comandos comunales como centralizadoras de cordones y organizaciones barriales, entre otras, que eran vistas como amenaza por la derecha y con preocupación por la misma UP, que se sentía rebasada en el ritmo del proceso.
Al final, la Unidad Popular, y a pesar del liderazgo de Allende, no pudo crear las condiciones de equilibrio con una derecha radicalizada y alentada por la grosera política imperialista norteamericana, y tampoco pudo ordenar las diferencias en las filas de la izquierda, en las que un PS radicalizado jugó un papel de atizador de las contradicciones a un nivel insostenible.
Cabe anotar que un caso similar sucedió en la República Española en los 30, cuando el Frente Popular con presencia de la izquierda republicana, socialistas y comunistas comenzó con reformas que provocaron una polarización que se escapó de las manos del FP cuando, también por la izquierda, grupos como el POUM y los anarquistas de la FAI buscaban atizar las contradicciones con las clases dominantes, creando la justificación que buscaban los fascistas para iniciar la guerra civil.
Por ello, el tema de la unidad de las fuerzas de izquierda es clave y no pasa solamente por declaraciones bien intencionadas o coyunturas electorales. Más aún en las condiciones actuales donde la izquierda peruana tiene serios problemas de organicidad política y de escasa influencia social.
Repasando la actualidad peruana, como señala con precisión Mirko Lauer, por un lado crece el descontento social frente al alza del costo de vida y el desprestigio de la política, pero por otro lado son los representantes de la derecha quienes se van posicionando electoralmente.
Es decir, la agitación social no necesariamente corresponde a los ánimos y orientaciones políticas de la ciudadanía. La izquierda peruana hoy no tiene líderes públicos ni propuestas de gobierno claras, por lo que debe evaluar su lenguaje y posicionamiento en la opinión pública, que como sabemos es volátil y muy influida por los medios de comunicación masiva.
Al poner en la mesa el tema de la unidad, debemos tener en primer lugar clara la coherencia y unidad en las propias filas, para luego plantearnos la unidad de acción en los frentes social y político con otras agrupaciones. A los comunistas nos corresponde un rol central en la orientación y en la práctica del esfuerzo unitario, desde las bases mismas de las organizaciones de masas de cara a la construcción de la Asamblea Nacional de los Pueblos. Asimismo tener claro la importancia de nuestra propuesta programática para asumir con responsabilidad histórica la gran tarea de la transformación integral del país.
09 de septiembre de 2008
*Periodista y militante de la Juventud Comunista del Perú- Patria Roja
Por Luis Gárate*
Este año se cumplen treinta y cinco años del 11 de septiembre, aquel trágico día de 1973 en que el fascismo militar apoyado por el imperialismo se hizo del poder, derrocando el proyecto unitario de la izquierda chilena que buscaba construir el socialismo en el marco de una democracia representativa.
Mucho se ha escrito sobre el proceso chileno: duras críticas desde posiciones ortodoxas hasta apologías desde posiciones más reformistas. De lo que no cabe duda es que esa experiencia de 3 años de gobierno tiene todavía mucho que enseñar a la izquierda, en particular a los comunistas peruanos.
Recordemos que el bloque de la Unidad Popular, formado por los dos partidos más importantes de la izquierda chilena -el Partido Comunista y el Partido Socialista- fue el resultado a varias décadas de esfuerzos unitarios y postulaciones que llevaron finalmente a la victoria en 1970 de la UP con Salvador Allende como candidato presidencial.
También es importante recordar que al no conseguir mayoría simple, Allende tuvo que ser ratificado por el congreso chileno. La correlación de fuerzas y de clases sociales en Chile es un importante elemento a entender, ya que si bien había una importante corriente de cambio desde las clases trabajadores y del pueblo, los sectores medios y de la burguesía aún tenían una importancia nada desdeñable.
El proceso chileno se caracterizó porque Allende y una parte de la UP tenía claro que su programa de gobierno aspiraba a la socialización de los principales medios de producción y a profundizar la reforma agraria iniciada por la democracia cristiana, en esencia, avanzar en la democratización de la sociedad y sentar las bases para el socialismo, pero sin romper de tajo la institucionalidad de la democracia burguesa, como el parlamento y el pluripartidismo.
La derecha chilena no tardó en mostrar su actuar más violento y golpista, y grupos como el Partido Nacional o Patria y Libertad no dudaron en usar el terrorismo desde el primer día de gobierno de la UP, asesinando a militares constitucionalistas, promoviendo el sabotaje, el desprestigio mediático, desordenes callejeros, los paros de camioneros financiados por la CIA, entre otros.
Pero en un proceso de esta naturaleza las corrientes opositoras no vienen solo de la reacción, sino también de las filas populares. En el seno del partido de Allende (el PS) y de sectores fuera de la UP, como el MIR, se planteaba que frente la amenaza fascista la izquierda debía también tomar el control total del estado y de las fuerzas armadas.
Esta tensión se daba mientras desde el pueblo crecían formas de poder popular, como los cordones industriales en los que los trabajadores de las fábricas paralizadas por sus dueños eran tomadas y recuperadas formando redes distritales, las juntas de abastecimiento para luchar contra la especulación comercial, los comandos comunales como centralizadoras de cordones y organizaciones barriales, entre otras, que eran vistas como amenaza por la derecha y con preocupación por la misma UP, que se sentía rebasada en el ritmo del proceso.
Al final, la Unidad Popular, y a pesar del liderazgo de Allende, no pudo crear las condiciones de equilibrio con una derecha radicalizada y alentada por la grosera política imperialista norteamericana, y tampoco pudo ordenar las diferencias en las filas de la izquierda, en las que un PS radicalizado jugó un papel de atizador de las contradicciones a un nivel insostenible.
Cabe anotar que un caso similar sucedió en la República Española en los 30, cuando el Frente Popular con presencia de la izquierda republicana, socialistas y comunistas comenzó con reformas que provocaron una polarización que se escapó de las manos del FP cuando, también por la izquierda, grupos como el POUM y los anarquistas de la FAI buscaban atizar las contradicciones con las clases dominantes, creando la justificación que buscaban los fascistas para iniciar la guerra civil.
Por ello, el tema de la unidad de las fuerzas de izquierda es clave y no pasa solamente por declaraciones bien intencionadas o coyunturas electorales. Más aún en las condiciones actuales donde la izquierda peruana tiene serios problemas de organicidad política y de escasa influencia social.
Repasando la actualidad peruana, como señala con precisión Mirko Lauer, por un lado crece el descontento social frente al alza del costo de vida y el desprestigio de la política, pero por otro lado son los representantes de la derecha quienes se van posicionando electoralmente.
Es decir, la agitación social no necesariamente corresponde a los ánimos y orientaciones políticas de la ciudadanía. La izquierda peruana hoy no tiene líderes públicos ni propuestas de gobierno claras, por lo que debe evaluar su lenguaje y posicionamiento en la opinión pública, que como sabemos es volátil y muy influida por los medios de comunicación masiva.
Al poner en la mesa el tema de la unidad, debemos tener en primer lugar clara la coherencia y unidad en las propias filas, para luego plantearnos la unidad de acción en los frentes social y político con otras agrupaciones. A los comunistas nos corresponde un rol central en la orientación y en la práctica del esfuerzo unitario, desde las bases mismas de las organizaciones de masas de cara a la construcción de la Asamblea Nacional de los Pueblos. Asimismo tener claro la importancia de nuestra propuesta programática para asumir con responsabilidad histórica la gran tarea de la transformación integral del país.
09 de septiembre de 2008
*Periodista y militante de la Juventud Comunista del Perú- Patria Roja