martes, 30 de marzo de 2010

El Perú convertido en marca


Las grandes empresas proyectan su publicidad y un imaginario de nación

Por Luis Gárate
30-03-10

No cabe duda que la idea de lo peruano se ha puesto de moda. La “marca Perú” es ahora un producto de exportación, en especial en los éxitos deportivos, nuestra comida y de nuestra riqueza natural planteados desde la agenda de los medios de comunicación y la industria publicitaria.

En los últimos años hemos sido testigos de la construcción de una imagen de un Perú emprendedor y diverso, en parte por los éxitos alcanzados por algunos personajes de áreas como el deporte y la gastronomía, y claro, por los réditos que las empresas han obtenido del uso de estas imágenes. Hemos visto pasar a personajes del folklore a través de algunas miniseries de televisión y a personajes del mundo popular, como el cantante Tongo, ser ahora valorados por las clases altas.

Casi a diario vemos la publicidad de las principales empresas transnacionales y nacionales que contribuyen a moldear una imagen de país. Por otro lado las campañas difundidas por agencias gubernamentales como Prom Perú, buscan vender una “marca país” para promover el turismo a nivel nacional e internacional.

No cabe duda que a estas estrategias se suman las iniciativas de personajes como el conocido chef Gastón Acurio, que ha desplegado toda una campaña nacional e internacional por posicionar las virtudes y sofisticación de la gastronomía peruana.

Efectivamente estas campañas han tenido interesantes resultados, pues no solo han logrado posicionar en diversos foros internacionales la comida peruana de los restaurantes de renombre, sino que han puesto en valor la cocina popular; la carretillas de anticuchos y picarones, los “huariques” de barrio, donde es encuentran los más sabrosos sánguches, ceviches y platos criollos, los chifitas infaltables de la cuadra.

Mientras tanto las grandes empresas transnacionales como Telefónica o Claro, cadenas de mercados como Plaza Vea, grandes empresas mineras, también se encuentran empeñadas en mostrar una imagen de un país unido, una ideal de emprededurismo, de peruanos de todas las razas y todos las regiones, que se aleja de las imágenes estereotipadas y los modelos europeos que solían usar para sus campañas

Con las imágenes de cantantes como Sonia Morales, de deportistas como Kina Malpartida y de Gastón Acurio, las empresas asocian la imagen de estos peruanos exitosos a su proyección empresarial, desde la supuesta “responsabilidad social”.

Estos éxitos sirven para revalorizar la idea de nación, que como realidad ha tenido tantas fracturas desde nuestros orígenes como Estado republicano; así lo señalaban Mariátegui y Basadre con claridad. Esa imagen de colectivo nacional que no pudieron construir las clases dominantes tradicionales, las oligarquías y la república aristocrática de antaño, los caudillos militares o los reformistas de paso, ahora la quieren levantar la burguesía local y sus socios trasnacionales.

En esa línea, Víctor Vich, investigador de IEP, señala que “No se trata, por supuesto, de afirmar que el mercado posea algún interés democratizador; nos encontramos, simplemente, ante la respuesta de una demanda que no es canalizada por otros medios y frente a la cual algunos han notado que las ganancias están “servidas.” Lo que observamos entonces es, por un lado, un acelerado proceso de mercantilización de lo simbólico y, por otro, la utilización de la cultura como “recurso.” Entender a la cultura desde tal perspectiva implica analizar los usos específicos a la que es sometida para alcanzar diversos fines (Yúdice).” (1)

El imaginario colectivo parece apreciar estas campañas, pues implica una autoafirmación colectiva e individual. Lo que no debemos olvidar es que esa imagen está asociada estrechamente a la idea de libre mercado y de superación desde la iniciativa privada.

Curiosamente, mientras algunas de estas empresas nos muestran imágenes de esfuerzo y unidad, no respetan los derechos de sus trabajadores o de los consumidores, o son responsables de actos que vulneran los derechos de las comunidades y el medioambiente.

La comunicadora de la PUCP, María de los Milagros Cárdenas, se hace la pregunta: “¿Puede la comunicación publicitaria aportar lo suyo a favor de un mercado comercial basado en relaciones comerciales, así como en usos y consumos más simétricos y equitativos y contribuir a que cada uno de los usuarios o consumidores independientemente de sus características étnicas, sociales, de género, puedan desarrollar su vida a plenitud?” (2). Aclara que a la publicidad no le corresponde el cerrar las brechas históricas de la nación, pero si puede contribuir a ella cambiando algunos de su patrones.

La idea de la identidad y simbolismo que es promovido por el mercado y globalización sigue desarrollada por Vich “…la actual globalización promueve los contactos interculturales, pero hoy tal proyecto parece realizarse sólo al interior de un nuevo tipo de relación colonial: aquella del mercado que asigna nuevos roles para satisfacer únicamente necesidades hegemónicas…El resultado, entonces, desemboca en el hecho de que como aparato cultural, la nación se va subalternizando de acuerdo a ciertos requerimientos impuestos y, sobre todo, a una lógica que administra la diferencia como simple recurso mercantil.” (3)

Las grandes empresas tienen el derecho de acudir a los creativos publicitarios para vender sus productos. Pueden construir toda una imagen de las empresas y del país, auque no se ajusten necesariamente a la realidad. Corresponde a las fuerzas políticas y sociales que buscan un proyecto nacional y de construcción de un imaginario intercultural, el plantear una visión integral y alternativa. En el caso del socialismo se hace desde el esfuerzo colectivo antes que el individual, y donde los trabajadores y los oprimidos sin distinción racial o de género son los protagonistas reales, y no solo parte de una imagen publicitaria bien elaborada.


(1) VICH Víctor, “Dina y Chacalón: el secuestro de la experiencia”
(2) CÁRDENAS María de los Milagros, “Comunicación Intercultural”
(3) VICH Víctor, “La nación en venta: bricheros, turismo y mercado en el Perú contemporáneo”

miércoles, 17 de marzo de 2010

Las huellas vigentes de Marx


Apuntes en memoria de los ciento veintisiete años de su partida


Por Luis Gárate

16-03-10


Un año más de la partida de “El viejo” Carlos Marx. Se fue un 14 de marzo de 1883. Decimos viejo no en tono lastimoso sino más bien cariñoso, porque la imagen que tenemos de él es la de un abuelo, aquel hombre de cabellera y amplia barba blanca que dedicó su vida a la causa de la liberación de los trabajadores y de la humanidad.

No es casual que casi todas las biografías reseñen la abnegación en la figura de Marx. Por eso Fidel Castro señalaba en un discurso que Marx era un ejemplo para el pueblo cubano y la humanidad por su entrega, que llevó incluso a descuidar su bienestar y su salud, su familia sumida en la pobreza, por dedicarse al estudio de la historia humana, de la filosofía y de la evolución de las estructuras económicas, así como para elaborar su teoría del capitalismo y la perspectiva socialista.

Tratamos hoy de Marx, como seguramente lo haremos en los años que vengan, pues su análisis de la naturaleza explotadora del capitalismo, la forma en que se destruye el trabajo y solo busca la acumulación de capital sigue vigente, a pesar de que lo intenten sepultar junto al colapso de las experiencias del “socialismo real” que trataron de seguir sus ideas. Marx entendió la teoría vinculada necesariamente a la transformación social y a la lucha concreta de los trabajadores.

Hoy vemos que a pesar de los procesos cambiantes, los movimientos que lo siguen son diversos, y casi desde su muerte no han dejado de reclamar y dividirse en nombre de la autenticidad de su interpretación. Sin duda el legado de El viejo ha sido uno de los que más ha marcado el siglo XX y todavía los albores del XXI; ha engendrado luchas obreras, revoluciones, producción teórica y tantos apasionamientos e interpretaciones, tanto como lo han hecho movimientos religiosos como el cristianismo.

Lamentablemente solo lo fraseamos y no aplicamos creativamente su estudio de las leyes que mueven el sistema y las estructuras políticas, ideológicas y sociales que mueven a las sociedades. No seguimos ese método que aplicó Mariátegui para entender un país como el nuestro, que sigue marcado por la fragmentación y las luchas sociales, por diversos tipos de exclusión, de clase, racial, cultural, entre otros.

Nuestro homenajeado tuvo algo de previsor. Escribió de la creciente expansión mundial del capitalismo y hasta describía las líneas de lo que se conoce hoy como globalización: “En lugar del antiguo aislamiento y la amargura de las regiones y naciones, se establece un intercambio universal, una interdependencia universal de las naciones. Y esto se refiere tanto a la producción material, como a la intelectual. La producción intelectual de una nación se convierte en patrimonio común de todas. La estrechez y el exclusivismo nacionales resultan de día en día más imposibles; de las numerosas literaturas nacionales y locales se forma una literatura universal.” (Manifiesto Comunista -1848)

Marx pudo preveer en gran medida la globalización a partir de la revolución tecnológica y la expansión del capital, pero no alcanzó a ver las dimensiones de la tragedia que traería a nivel planetario, con el fenómeno del cambio climático y el nivel de extensión las enfermedades mentales, los problemas de las adicciones y el uso de drogas, el desmesurado crimen organizado, o la alienación producida por el dominio de la industria de las comunicaciones, en especial de lo audiovisual y la publicidad.

En este escenario de crisis económica y donde campea el oportunismo y la corrupción, donde reina la incertidumbre y la carencia de paradigmas, urge sin duda poner en discusión su propuesta de sociedad sin clases ni opresión. El socialismo es por las razones políticas y éticas una alternativa de sociedad, que no solo debe ser una proclama, sino una lucha y construcción permanente, desde la lucha de ideas, la hegemonía ideológica entre los trabajadores y el pueblo, la democracia desde las bases y las experiencias de gobierno y construcción de un poder alternativo.

Por ejemplo ¿cómo nos acercamos al nuevo proletariado peruano? Esos miles de jóvenes trabajadores de los servicios, en la informalidad laboral total, qué están preocupados por estudiar alguna carrera rápida, por la sobrevivencia cotidiana y en aprovechar el poco tiempo de descanso que les queda. Nosotros estamos más bien encerrados en nuestros discursos altisonantes y debates súper ideologizados, absorbidos por pequeñas disputas de poder que nos desconectan de las necesidades y sueños de los que pretendemos representar.

Otra vez El viejo nos dio pistas de que solo la acción cada vez más coordinada y mundial de los trabajadores podría revertir la fuerza de las gigantescas fuerzas del capital transnacional: “El aislamiento nacional y los antagonismos entre los pueblos desaparecen día a día con el desarrollo de la burguesía, la libertad de comercio y el mercado mundial, con la uniformidad de la producción industrial y las condiciones de existencia que le corresponden. El dominio del proletariado los hará desaparecer más de prisa todavía. La acción común, al menos de los países civilizados, es una de las primeras condiciones de su emancipación.” (Manifiesto Comunista -1848)

Entonces, si seguimos sus huellas, debemos aplicar la crítica y el debate teórico de cara a las luchas concretas, sin dogmatismos ni mecanicismos, dialogando con otras corrientes radicales del pensamiento, la cultura y lo más avanzado del conocimiento humano. El viejo Marx no nos dejó fórmulas, pero si un método, una interpretación de la realidad, una pasión por la constancia y un horizonte que los que coincidimos con él, debemos persistir en estudiar y en imitar.

viernes, 12 de marzo de 2010

El laberinto de la izquierda peruana


Por Luis Gárate

12-03-10


Una reciente encuesta en Lima, de esas que son muy publicitadas por diarios como El Comercio, rebeló que Yehude Simon era el personaje de mayor referencia para los consultados, al preguntarles sobre quien debería ser el candidato presidencial de la izquierda.


Esta y otras respuestas nos revelan en cifras la dramática crisis del liderazgo político en ese sector político, que desde hace varios años ha perdido importancia en su influencia y desempeño electoral.


El hecho que conocidos personajes como Javier Diez Canseco, Susana Villarán, Alberto Moreno e incluso el Padre Marco Arana estén muy por debajo de Simon, nos habla del agotamiento de un estilo de liderazgo ante importantes segmentos de la ciudadanía. No se trata de que estos personajes carezcan de méritos personales, sino que ya no serían reconocidos como candidatos de una alternativa izquierdista.

Es cierto que los medios de comunicación y sus campañas macartistas han contribuido seriamente a desdibujar un imaginario de izquierda, pero también han contribuido los estilos burocráticos, los discursos anquilosados y las disputas por cuotas de poder y el control de aparatos.


Que Yehude Simon encabece las preferencias resulta paradójico, pues su historial revela su paso de un radicalismo que lo llevó a cumplir prisión por estar presuntamente vinculado al MRTA, luego pasó por una decente gestión en el gobierno regional de Lambayeque, y al final como primer ministro “bombero” del gobierno neoliberal de Alan García. Recordemos su triste papel durante los sucesos de Bagua, y su salida del gobierno tras ceder ante las demandas del movimiento nativo amazónico.


Sin embargo un sector de la ciudadanía todavía lo ve como una figura de izquierda, cuando sale en los medios con un discurso concertador y se presenta como de “la izquierda moderna” que acepta la democracia y el libre mercado. Algo sucede entonces en el imaginario colectivo que ha desfigurado la idea de la izquierda, con la cual importantes sectores todavía se identifican.


Izquierda Unida en el olvido

Curiosamente se ha olvidado los 30 años de la fundación de Izquierda Unida y 21 años de su primer congreso nacional. Poco se ha evaluado al respecto de esta experiencia; circulan algunos balances efímeros y algunas autocríticas en el papel, pero nada que realmente haya contribuido a reconstruir un referente nacional de la izquierda.


Las dirigencias de izquierda, que por la presión popular lograron hacer de Ia IU la segunda fuerza política del país, desmontaron los esfuerzos de unidad por su sectarismo, por las cuotas de cargos y candidaturas. Luego fueron golpeados por la caída del socialismo “real” y la persecución fujimorista.


Esta izquierda debe aún superar un cierto espíritu caníbal, que impulsa a sus dirigentes y militantes a las depuraciones internas, el debate liquidador y un estilo administrativo de entender el quehacer político.


Una revisión del buen desempeño electoral de IU en los 80 nos muestra el valor que tuvo en su momento el esfuerzo unitario en el electorado peruano. Sin embargo hoy otro es el contexto para construir la unidad: la debilidad de las estructuras, el descrédito de la actividad política, referentes políticos coyunturales y con discursos “desideologizados”, la dispersión y pragmatismo en las dirigencias populares, el protagonismo de actores sociales como el movimiento indígena, entre otros.

El problema del poder

El problema tiene varias aristas, pasando por las de tipo ideológicas, programáticas, organizativas, y hasta las éticas. Pero de todas ellas, nos atrevemos a decir que destaca el pragmatismo en la conducción y las disputas por el control de las estructuras partidarias y gremiales.


No se trata, como señalan algunos, que el problema principal sea la estructura leninista, la reivindicación de conceptos como el marxismo o el comunismo, su justificación del autoritarismo, sino más bien de la incoherencia entre lo que los dirigentes de los partidos y movimientos dicen y hacen.


Cabe reconocer que los problemas del poder en los partidos es un tema de mayor alcance y atraviesan a toda la política y a las organizaciones de la sociedad. Pero este problema tiene especial incidencia en nuestra izquierda, donde se refleja con especial incidencia las dificultades de su renovación.


El alemán Robert Michels ya daba cuenta de estos fenómenos a comienzos del siglo XX en los partidos laboristas europeos, de donde sacó su famosa ley de hierro de las oligarquías partidarias. Esto nos habla de la compleja dinámica de las estructuras políticas a la hora de promover liderazgos, cuando las élites dirigentes tienden a aferrarse a los a cargos y a tejer redes de prebendas y de personajes incondicionales para mantener su poder.


El horizonte

La izquierda, en particular los históricos partidos socialistas y comunistas, nacieron en el fragor de las luchas obreras del siglo XIX y comienzos XX. Las llamadas nuevas izquierdas nacieron luego al calor de las luchas anticoloniales, campesinas y estudiantiles, y en el caso latinoamericano en las luchas contra las dictaduras títeres del imperialismo norteamericano. A comienzos del siglo XXI hemos visto aparecer una izquierda sudamericana a partir de la crisis de los programas de ajuste estructural y de fuertes liderazgos levantados por grandes movimientos sociales que lideran procesos de reforma social, de refundación republicana y rediseño estatal.


En el Perú también se configuró un escenario en el 2006, donde después de una transición democrática interrumpida, la candidatura del militar en retiro Ollanta Humala expresó una poderosa corriente de protesta y de cambio que, en buena cuenta, conformaba gran parte del electorado que alguna vez fue representado por la izquierda.


Los partidos de la izquierda han hecho esfuerzos en los últimos años por conformar espacios de unidad para las elecciones, pero estos no han cuajado todavía como para permitirle sacarla a reflote.


En este escenario vuelve a surgir la pregunta sobre la perspectiva de la izquierda política en el Perú. El nacionalismo busca ahora cubrir ese espacio desde su propuesta electoral y sus esfuerzos por aglutinar a la intelectualidad progresista. De lo que no cabe duda es que Humala se perfila como la única alternativa electoral viable de los que aspiramos al cambio.


Las actuales dirigencias de los partidos de izquierda difícilmente cambiarán su estilo de dirección. Mientras subsistan los principales lastres que dieron muerte a la Izquierda Unida y que desconecten el discurso y práctica política de los problemas principales de los ciudadanos, la izquierda no tomará vuelo como alternativa política y referente en el imaginario colectivo de los peruanos.


Un nuevo sujeto político de izquierda surge como necesidad. Uno que se piense mucho más allá de las fiebres electorales inmediatas; uno que agrupe a los liderazgos del movimiento social y de un pensamiento socialista renovado, de una nueva intelectualidad y de los profesionales jóvenes; un esfuerzo por buscar mayor coherencia entre la sociedad justa y democrática que queremos, con una organización que practique la democracia, rompiendo con las prácticas actuales.


Este referente debe ser creador como pedía Mariátegui, que reencuentre la dimensión utópica que reclamaba Flores Galindo, y con una capacidad de propuesta programática y de adecuarse a las dinámicas sociales actuales. Un esfuerzo que solo podrá surgir si un nuevo colectivo de izquierdistas adultos y jóvenes, de corrientes de opinión y de militantes de base comprometidos se lo proponen con proyección histórica.

miércoles, 3 de marzo de 2010

Terremotos y neoliberalismo

Una mirada al sismo en Chile y los riesgos en nuestro país

Por Luis Gárate
01-03-10

Una tragedia como el terremoto que acaba de estremecer Chile no tiene color político según nos dicen los medios. Sin duda los fenómenos de la naturaleza pueden afectar a todas las personas sin discriminación de ideología, clase, edad o género; pero la respuesta a estos desastres son las que se definen entre las prioridades de los políticos.

Cabe recordar que este sismo ocurre muy cerca a la fecha para que Michelle Bachelet transfiera funciones al electo presidente Sebastian Piñera, representante de la derecha pinochetista y de las grandes corporaciones chilenas.

La “centroizquierda” de la Concertación, le pasa el mando a la derecha sabiendo que continuará las líneas matrices de una gestión neoliberal, en la que si bien se deja un estado fuerte, también queda una economía fuertemente privatizada y con una de las tasas de desigualdad más altas de la región.

A pesar de las importantes y publicitadas cifras de reducción de la pobreza y de una macroeconomía en azul, las primeras escenas televisivas en las zonas del desastre en la mañana del 27 de febrero fueron muy explícitas. Los cientos de chilenos pobres que se amontonaron en las puertas de los principales supermercados de las zonas afectadas como Concepción y Santiago para saquear productos de primera necesidad. Más allá de lo delictivo de los hechos y de los excesos, resultó una muestra de la gravedad de la situación.

La respuesta del Estado chileno todavía no deja ver sus efectos, pero podría esperarse mayor eficiencia considerando la cantidad de recursos del país y su moderna tecnocracia, si la comparamos con el Perú.

Cabe recordar el terremoto que azotó Pisco y parte de la costa sur peruana en el 2007, y la respuesta del Estado peruano. Hasta hoy podemos ver los efectos de una reacción tardía y desordenada, que pretendió poner en manos privadas la reconstrucción y que al final nos ha mostrado ineficiencia, lentitud y corrupción en obras tan esenciales como la vivienda social, hospitales y colegios.

En todo caso algo si es evidente: los más afectados son los pobres, pues no solo son la mayoría, sino son los que viven en condiciones más vulnerables, en zonas de alto riesgo y en viviendas precarias.

Esto nos lleva a reflexionar sobre la importancia de contar con un Estado eficiente y al servicio de las mayorías. Esta eficiencia se debe expresar en casos especiales cono la reacción ante las emergencias por desastres naturales, donde se requiere programas de atención inmediata, pero ante todo programas de prevención.

Con el ejemplo de lo acontecido en Chile, y teniendo en cuenta la ineficiente reconstrucción del sur de nuestro país, es imperativo que se diseñen políticas preventivas que prioricen a los sectores más vulnerables en una ciudad como Lima. Recordemos que en el tema del acceso al suelo y en la vivienda reina la informalidad, por eso los más afectados serían miles de pobladores que habitan las laderas de cerros, los arenales y las zonas de riesgo como los márgenes ribereños, así como los miles que habitan casas de adobe o aquellas que siendo de material noble, son autoconstruidas.

La prevención es parte de las políticas públicas de vivienda, transporte, servicios básicos, salud y de seguridad que requieren una especial atención considerando la ubicación del Perú en la zona proclive a desastres naturales como sismos, maremotos e inundaciones. La prevención exige un Estado con autoridad en todos sus niveles, que planifique la ocupación del territorio y cumpla con su papel de supervisión y fiscalización de los proyectos de vivienda e infraestructura pública y privada.

Mientras tanto, queda claro que a la clase dominante peruana, que maneja el aparato estatal embelezada con el neoliberalismo y en medio de la ineficiencia y la corrupción, no le importa implementar políticas que reduzcan en lo posible la amenaza a la que se exponen miles de peruanos ante eventuales desastres.

EL ESPECTÁCULO DE LA POLITICA PERUANA


Un escenario político dominado por la derecha y el show mediático

Por Luis Gárate

Mientras la política peruana se convierte en un show mediático, vemos pocas señales de la consolidación de los partidos o de movimientos con capacidad de convertirse en una fuerza decisiva en la escena nacional.

Hablando de encuestas, una reciente elaborada por el grupo Apoyo reveló que existe un 81 por ciento de peruanos en las zonas urbanas que desconfían de los partidos políticos, y ni que decir de los alarmantes niveles de desaprobación del Estado, en especial el grado de rechazo de un poder como el Congreso de la República.

Por otro lado, los sondeos nos revelan un escenario electoral dominado por diferentes expresiones de la derecha política, y un debilitamiento de la figura de Ollanta Humala como la figura que ocupa el espacio de la izquierda.

Bayly y la derecha

Un nuevo actor ha acaparado gran parte del debate político. La aparición del conductor Jaime Bayly como eventual candidato presidencial, con algunas propuestas liberales bajo la manga, ha removido todo el gallinero y demuestra como el show mediático gana terreno en la política.

Bayly, que claramente está en la línea de una derecha liberal, irrumpe con ideas audaces como la despenalización del aborto o la supresión de las fuerzas armadas, mezcladas con su estilo escandaloso y que se expresa en su programa televisivo y en lo literario. Una combinación que parece estar pegando en un espectro de la población limeña y urbana que busca “lo nuevo”.

Pero el escenario político principal sigue dominado por otros patrones; primero por las principales figuras de partidos como el Apra, el fujimorismo y el PPC. Junto a ellos, las otras figuras de primera línea son personajes que pasaron por los partidos tradicionales y hoy, en calidad de “independientes” dirigen como caudillos nuevos formaciones políticas con las que aspiran al sillón presidencial y al municipio de Lima. Este es el caso de Luis Castañeda con Solidaridad Nacional y Alex Kouri de Chim Pum Callao. Podríamos decir que ocurre lo mismo en la mayoría de distritos de Lima.

Está también Keiko Fujimori, que arrastra los “buenos” recuerdos de su convicto padre. Si bien ha mostrado una baja sigue estando en la preferida en las encuestas nacionales.

Un caso con sus particularidades es el regional. Merece un análisis más detallado, pero podríamos decir que en general está dominado por “nuevas” figuras caudillistas con sus movimientos regionales, pero que como en el caso de Lima, manejan el escenario electoral a partir de sus vinculaciones con grupos de poder económico, la corrupción y el clientelismo.

Una izquierda indefinida

Los partidos de la izquierda, como el PC del P- Patria Roja, el PCP, el PS (ex PUM) siguen buscando esfuerzos de articulación. Estos partidos, que formaron y luego desarmaron Izquierda Unida, no han generado procesos de renovación generacional y siguen dirigidos por los cuadros de los ochenta.

Aunque se han desarrollado algunos esfuerzos por construir referentes unitarios, el Frente Amplio, la Coordinadora Político Social, la Asamblea Nacional de los Pueblos estos no han cuajado y ha primado más bien el estilo de cuotas y el burocratismo.

Qué se nos viene

Ante este escenario, donde el gobierno aprista y la agenda mediática imponen el debate, sigue planteada la necesidad de construir un referente político progresista, más allá de las fiebres electorales.

El espacio de la izquierda ha sido cubierto en gran medida por la figura de Humala y su propuesta nacionalista. No queda claro aún si irá unido con el bloque de partidos de izquierda existente, pero ha dado claros giros pragmáticos en las últimas semanas, en especial con su idea de formar un frente anticorrupción de todas las fuerzas frente a la amenaza de Kouri en Lima.

Un oscuro paisaje se cierne así, en la posibilidad del continuismo neoliberal con ribetes de mafia, al tener un eventual gobierno nacional con Castañeda o Keiko y en Lima a una figura como Kouri. Lo cierto es que para enfrentar esta oleada, urge avanzar en la definición del proceso unitario de la izquierda y el nacionalismo ante las elecciones, y abrir el debate sobre la necesidad de un nuevo referente político más allá de la pugna electoral.