Por Luis Gárate
23-06-09
Los analistas políticos coinciden en señalar que vivimos una creciente crisis política tras el retroceso del gobierno aprista en la defensa de los decretos antiamazónicos, al mantener en suspenso al gabinete de Yehude Simon, y en el fondo por persistir en la imposición de un recetario neoliberal.
Las cifras de las siempre cuestionadas encuestas revelan que la masacre en Bagua ha sido un duro golpe a la credibilidad y aprobación ciudadana del desempeño presidencial y de las principales instituciones políticas del país. Sin embargo otros analistas, con sus intereses y orientaciones, hablan de cómo el fujimorismo esta capitalizando la crisis, mientras en el ámbito rural lo estaría haciendo la figura de Ollanta Humala.
En este escenario, queda claro que la izquierda comunista estaría procurando la acumulación política que pueda apuntalar la candidatura unitaria con el nacionalismo. Sin embargo, no está acumulando políticamente para referentes propios en el complejo escenario de Lima y menos aún en el nacional.
No cabe duda que la lucha de los nativos amazónicos logró elevar las demandas de un sector excluido y relativamente menor de la población peruana a una dimensión nacional, con las banderas de los derechos humanos y la defensa de los recursos naturales y el medio ambiente.
Asimismo, las luchas de los sectores campesinos y de otros sectores sociales de la sierra sur parten de reivindicaciones locales y regionales que se suman al rechazo de la ofensiva neoliberal que imprime el paquete de decretos y leyes que buscan facilitar el acceso y control privado sobre los recursos hídricos.
Sin embargo, todavía no se configura un escenario en el que la izquierda supere las agendas particulares para poder elevar su acción a lo nacional y plantear una agenda política y programática al actual modelo. Es decir más allá del discurso, la izquierda y los comunistas aún no han podido articular las reivindicaciones nativas, las campesinas y las urbanas en una propuesta nacional.
Es necesario que esta coyuntura nos ponga a las dirigencia y a la militancia a reflexionar sobre la experiencia de lucha en el Perú y las lecciones que nos deja la configuración de la nueva izquierda latinoamericana.
En esas experiencias vemos que la movilización social es una necesaria estrategia para afianzar la construcción de una alternativa popular. Sin embargo no es suficiente para constituirse en alternativa frente a los poderes fácticos en el país.
Las experiencias latinoamericanas más avanzadas nos muestran que han sido diferentes actores los que han constituido las nuevas expresiones de la izquierda social y política. En el caso boliviano, las demandas de los amplios sectores indígenas con agendas coyunturales (como la venta del gas a Chile) y postergaciones históricas que dieron un salto político con Evo Morales a la cabeza; en Venezuela el fuerte liderazgo militar patriota de Hugo Chávez que emergió ante la crisis de la política tradicional y capitalizó el descontento y la desigualdad social; en Ecuador la figura profesional fuerte y contestataria de Rafael Correa, que emergió en la escena pública desde la plataforma mediática y empató con un sentido nacionalista y de rechazo a la política tradicional.
En estos tres escenarios, como en otros de la región a tener en cuenta, los comunistas no han jugado un rol de primer orden en la vanguardia política. Cumplen más bien un rol de seguimiento o fuerza de soporte, si bien con una larga experiencia y cohesión ideológica, pero conservan cierta ortodoxia teórica, y falta de flexibilidad institucional que no les permite adaptarse a los nuevos escenarios de lucha y de ascenso a posiciones de gobierno.
Cabe entonces preguntarse sino corresponde reflexionar seriamente sobre la adecuación organizativa, teórica y programática del comunismo en el país y la región, sin necesidad de caer en los extremos de la socialdemocracia derechizada, del puro reformismo o el oportunismo electoral.
Si algunas lecciones pueden ser útiles en los actuales procesos de renovación de las propuestas socialistas, es que la rigidez organizativa heredada de los bolcheviques puede ser muy útil para conducir las reivindicaciones, pero presenta dificultades para la renovación y la construcción de referentes políticos de mayor acumulación social, indispensables en el complejo escenario cultural de nuestra región.
En ese sentido cabe analizar las trabas en el discurso, el programa y los mecanismos de la izquierda y en especial de los comunistas que impiden que se pueda ampliar los espacios de influencia. Es necesario evaluar entonces los cambios necesarios en la formación de cuadros, la construcción de una propuesta programática popular y como aportamos a un nuevo sujeto político y referente electoral con perspectivas de gobierno.
Estos son algunos aspectos de la actual convulsión social que vive nuestro país y el panorama internacional que podemos poner en la discusión rumbo al VIII congreso nacional de los comunistas.