20 años del derrumbe del muro de Berlín
Por Luis Gárate
(10-11-09)
Como cada año, desde aquel 9 de noviembre de 1989, las derechas del mundo vuelven a celebrar el derrumbe del muro de Berlín como la supuesta desaparición total del proyecto socialista.
En este año, al recordarse 20 años del hecho, el gobierno alemán encabezado por Ángela Merkel del partido conservador CDU no tuvo mejor idea que homenajear a los artífices de la reunificación alemana empezando por el ex canciller alemán Helmut Kohl, el ex presidente estadounidense George Bush (padre) y el ex líder soviético Mijail Gorbachov. Luego vendrían más festejos por todo lo alto con mandatarios de varios países europeos, en especial con los gobiernos derechistas.
Para al capitalismo está claro la valoración del derrumbe de muro: el colapso esperado del odiado proyecto comunista (junto con la implosión de la Unión Soviética de 1991) que amenazaba la supervivencia misma de las jugosas ganancias que proporciona el modo de producción capitalista. En resumen, parecía ser la demostración de la inviabilidad del socialismo marxista.
Sin embargo para la izquierda, en especial al comunista, si representó más que un parte aguas. Fue un hecho que desencantó a miles de personas que habían visto en la URSS y el bloque del este la principal referencia de la perspectiva socialista. Para otros sectores de la izquierda era la confirmación de las críticas que sostenían desde la misma revolución de octubre, con la deformación burocrática del socialismo.
No pretendemos en estas líneas dar la “verdad histórica” de este proceso, pero si acercarnos a las repercusiones y perspectivas que estos hechos tienen para la izquierda de hoy.
La caída del muro, y el fin del modelo soviético
Si bien la caída del muro fue sorpresiva, fue la expresión inevitable de una situación dolorosa para el pueblo alemán, la división de la ciudad de Berlín y la existencia de dos Alemanias divididas por la confrontación este- oeste de la guerra fría.
La Unión Soviética se encontraba en pleno declive a pesar de las reformas de apertura de Gorbachov, y los países de su órbita quisieron entrar también en la dinámica de cambios. La Alemania oriental (República Democrática Alemana) que se veía como el país más avanzado del bloque socialista, mostraba sin embargo serios problemas pues su aparato industrial estaba colapsando y el autoritarismo era insostenible.
No cabe duda, a estas alturas, el papel de primera línea que jugó el gobierno americano, en particular la CIA y la Alemania Fderal en el proceso para acelerar el colapso del gobierno socialista y que terminó con la anexión de la RDA.
Pero algo más profundo estaba en juego. El fin de un modelo de socialismo que al final no pudo competir con el capitalismo occidental y tampoco resolver una serie de contradicciones internas: mantener un sistema donde se priorizaban los derechos sociales como la salud, educación y el sistema previsional, con un aparato estatal autoritario que cercenaba las libertades políticas.
Los vertiginosos cambios que se sucedieron a fines de la década de los ochenta y de los noventa remecieron a todo el mundo, y en especial el mundo comunista. Fue la desaparición de todo un bloque de estados, la URSS como la principal potencia socialista y las repúblicas populares de la Europa oriental. Junto al derrumbe del muro, los gobiernos del Pacto de Varsovia (Checoslovaquia, Rumania, Polonia, Hungría, Bulgaria) hasta la disidente Yugoslavia de Tito) colapsarían sucesivamente.
También China Popular tuvo ecos de los cambios y hubo tendencias al interior del PCCH que llevaron a líderes como Hu Yaobang o Zhao Ziyang a plantearse reformas democratizadoras, mientras se imponía la línea más conservadora con Den Xiaoping y Li Peng, y que terminaron en los terribles hechos de la Plaza Tianananmen de 1989.
Lecciones y aprendizajes
La caída del muro y la desaparición de la URSS no fueron el “fin de la historia” y la consolidación del capitalismo como único horizonte de la humanidad. Fue claramente al quiebre de una experiencia de construcción del socialismo que no pudo avanzar por la planificación estatal centralizada de la economía, por el burocratismo del aparato estatal y el autoritarismo que se expresaba en un partido-estado que pretendía controlar todas las esferas de la vida pública.
El socialismo y su perspectiva entonces se plantean. Cuestionar al autoritarismo no acarrea necesariamente una salida socialdemócrata o reformista. La experiencia del Chile de Allende y las experiencias actuales de la izquierda latinoamericana, tratan de retomar el camino de construir procesos de cambios con la inspiración socialista de liberación del hombre desde la democracia representativa hacia una democracia participativa, preservando el pluralismo político, el equilibrio de poderes y la autonomía de la sociedad civil.
El socialismo en las experiencias del siglo XX, recordemos, surgió en complejas condiciones, enfrentándose a regímenes corruptos y tiránicos que debieron ser derribados a través de la violencia. Debió imponerse, en ciertas ocasiones, la violencia revolucionaria. Sin embargo luego se derivó en excesos represivos y hasta crímenes execrables en nombre de la “depuración” de los “agentes imperialistas” y de los “contrarrevolucionarios”.
En estos 20 años tras el derrumbe del muro, y ante la crisis del paradigma neoliberal y del “todo poderoso” libre mercado, debemos valorar los aportes de las experiencias socialistas, haciendo un balance de sus errores y trabas, revindicando la plena vigencia de la crítica a la naturaleza explotadora del capitalismo y rescatando los valores democráticos y humanistas del socialismo: la libertad, la igualdad, la solidaridad y el autogobierno.
Por Luis Gárate
(10-11-09)
Como cada año, desde aquel 9 de noviembre de 1989, las derechas del mundo vuelven a celebrar el derrumbe del muro de Berlín como la supuesta desaparición total del proyecto socialista.
En este año, al recordarse 20 años del hecho, el gobierno alemán encabezado por Ángela Merkel del partido conservador CDU no tuvo mejor idea que homenajear a los artífices de la reunificación alemana empezando por el ex canciller alemán Helmut Kohl, el ex presidente estadounidense George Bush (padre) y el ex líder soviético Mijail Gorbachov. Luego vendrían más festejos por todo lo alto con mandatarios de varios países europeos, en especial con los gobiernos derechistas.
Para al capitalismo está claro la valoración del derrumbe de muro: el colapso esperado del odiado proyecto comunista (junto con la implosión de la Unión Soviética de 1991) que amenazaba la supervivencia misma de las jugosas ganancias que proporciona el modo de producción capitalista. En resumen, parecía ser la demostración de la inviabilidad del socialismo marxista.
Sin embargo para la izquierda, en especial al comunista, si representó más que un parte aguas. Fue un hecho que desencantó a miles de personas que habían visto en la URSS y el bloque del este la principal referencia de la perspectiva socialista. Para otros sectores de la izquierda era la confirmación de las críticas que sostenían desde la misma revolución de octubre, con la deformación burocrática del socialismo.
No pretendemos en estas líneas dar la “verdad histórica” de este proceso, pero si acercarnos a las repercusiones y perspectivas que estos hechos tienen para la izquierda de hoy.
La caída del muro, y el fin del modelo soviético
Si bien la caída del muro fue sorpresiva, fue la expresión inevitable de una situación dolorosa para el pueblo alemán, la división de la ciudad de Berlín y la existencia de dos Alemanias divididas por la confrontación este- oeste de la guerra fría.
La Unión Soviética se encontraba en pleno declive a pesar de las reformas de apertura de Gorbachov, y los países de su órbita quisieron entrar también en la dinámica de cambios. La Alemania oriental (República Democrática Alemana) que se veía como el país más avanzado del bloque socialista, mostraba sin embargo serios problemas pues su aparato industrial estaba colapsando y el autoritarismo era insostenible.
No cabe duda, a estas alturas, el papel de primera línea que jugó el gobierno americano, en particular la CIA y la Alemania Fderal en el proceso para acelerar el colapso del gobierno socialista y que terminó con la anexión de la RDA.
Pero algo más profundo estaba en juego. El fin de un modelo de socialismo que al final no pudo competir con el capitalismo occidental y tampoco resolver una serie de contradicciones internas: mantener un sistema donde se priorizaban los derechos sociales como la salud, educación y el sistema previsional, con un aparato estatal autoritario que cercenaba las libertades políticas.
Los vertiginosos cambios que se sucedieron a fines de la década de los ochenta y de los noventa remecieron a todo el mundo, y en especial el mundo comunista. Fue la desaparición de todo un bloque de estados, la URSS como la principal potencia socialista y las repúblicas populares de la Europa oriental. Junto al derrumbe del muro, los gobiernos del Pacto de Varsovia (Checoslovaquia, Rumania, Polonia, Hungría, Bulgaria) hasta la disidente Yugoslavia de Tito) colapsarían sucesivamente.
También China Popular tuvo ecos de los cambios y hubo tendencias al interior del PCCH que llevaron a líderes como Hu Yaobang o Zhao Ziyang a plantearse reformas democratizadoras, mientras se imponía la línea más conservadora con Den Xiaoping y Li Peng, y que terminaron en los terribles hechos de la Plaza Tianananmen de 1989.
Lecciones y aprendizajes
La caída del muro y la desaparición de la URSS no fueron el “fin de la historia” y la consolidación del capitalismo como único horizonte de la humanidad. Fue claramente al quiebre de una experiencia de construcción del socialismo que no pudo avanzar por la planificación estatal centralizada de la economía, por el burocratismo del aparato estatal y el autoritarismo que se expresaba en un partido-estado que pretendía controlar todas las esferas de la vida pública.
El socialismo y su perspectiva entonces se plantean. Cuestionar al autoritarismo no acarrea necesariamente una salida socialdemócrata o reformista. La experiencia del Chile de Allende y las experiencias actuales de la izquierda latinoamericana, tratan de retomar el camino de construir procesos de cambios con la inspiración socialista de liberación del hombre desde la democracia representativa hacia una democracia participativa, preservando el pluralismo político, el equilibrio de poderes y la autonomía de la sociedad civil.
El socialismo en las experiencias del siglo XX, recordemos, surgió en complejas condiciones, enfrentándose a regímenes corruptos y tiránicos que debieron ser derribados a través de la violencia. Debió imponerse, en ciertas ocasiones, la violencia revolucionaria. Sin embargo luego se derivó en excesos represivos y hasta crímenes execrables en nombre de la “depuración” de los “agentes imperialistas” y de los “contrarrevolucionarios”.
En estos 20 años tras el derrumbe del muro, y ante la crisis del paradigma neoliberal y del “todo poderoso” libre mercado, debemos valorar los aportes de las experiencias socialistas, haciendo un balance de sus errores y trabas, revindicando la plena vigencia de la crítica a la naturaleza explotadora del capitalismo y rescatando los valores democráticos y humanistas del socialismo: la libertad, la igualdad, la solidaridad y el autogobierno.
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