Por Luis Gárate
18-01-10
Las encuestas nacionales más recientes revelarían que las tendencias del electorado peruano apuntan a reforzar la imagen de dos candidaturas de la derecha, quedando muy cerca la alternativa popular liderada por Ollanta Humala.
No cabe duda que esto responde a la hegemonía ideológica con la que cuentan las clases dominantes a través de los aparatos de dominación, los medios de comunicación y sus campañas de descrédito. También la debilidad desde el lado popular responde, cabe anotar, a las inconsistencias de la alternativa nacionalista.
Las cifras muestran que encabeza la lista de preferencias presidenciales con un 20 por ciento de intención de voto la figura de Luis Castañeda, actual alcalde de Lima seguido de un 18 por ciento por Keiko Fujimori, hija del dictador actualmente preso por crímenes de lesa humanidad y cargos de corrupción.
Si bien la figura de Castañeda se refuerza por su gestión basada en las grandes obras de infraestructura en la capital, la figura de Keiko lo hace con fuerza también en el interior del país. Es allí donde Humala disputa con cierto éxito las cifras con Keiko.
El caso de la candidatura de Ollanta Humala, que contaría con un 18 por ciento, recordemos que refleja el sentir de amplios sectores de provincias que rechazan al centralismo y la falta de redistribución del crecimiento económico. Pero su figura no ha mostrado mayor crecimiento en escenarios como Lima (donde solo obtiene 9 por ciento) pues no muestra un liderazgo público, cohesión partidaria y en los últimos meses ha tratado de desentenderse de un proceso unitario con la izquierda, cediendo así a las presiones de los grupos de poder.
Por otro lado el caso de Keiko Fujimori revela que a importantes sectores de la población no les importa mucho los casos de corrupción en los que estuvo envuelto su padre y más bien recuerdan con añoranza la construcción de pistas, colegios y otras vistosas obras.
El caso de estas dos figuras de la derecha debe analizarse, pues no representan en el imaginario electoral dos propuestas con un clara definición ideológica, sino más bien una política basada en la aparente eficiencia en la ejecución de obras públicas, así como en el uso de mecanismos de clientelaje político a partir de los programas sociales.
Mientras tanto en las filas de la izquierda aparecen algunos intentos por constituir espacios de mayor convocatoria a partir de un polo unitario. Este sería un paso importante, pues los anteriores esfuerzos como la CPS y el FRENVIDAS han quedado varados por la falta de liderazgo y los cambios en las dinámicas sociales. En este polo se buscaría aglutinar figuras intelectuales y personalidades junto a los partidos y a los liderazgos sociales, para construir una plataforma programática sólida para los comicios de 2010 y 20011.
Sin embargo, todavía no aparece muy clara la estrategia izquierdista. Se prioriza en el discurso la necesidad de levantar las banderas de una Nueva Constitución y una Nueva República, si bien coincidimos con estos puntos, no permiten visualizar con nitidez los problemas más cercanos a la ciudadanía, que están vinculados a la precariedad del trabajo, la inseguridad ciudadana, las mejoras en los servicios de salud y educación, los conflictos socioambientales, entre otras. No se puede movilizar al pueblo en torno a grandes reivindicaciones, que no cuenten con alternativas claras a las políticas vigentes.
Es indispensable abocar más esfuerzos para iniciar el trabajo programático y levantar propuestas desde los problemas de la gente con la proyección a los grandes cambios a los que aspiramos. De lo contrario, podremos seguir perdiendo la brújula en los problemas internos, pequeñas disputas de cupos de poder y priorizando debates ideológicos conceptuales, mientras la derecha va avanzando en su posicionamiento mediático y apuntalando a sus figuras para la transferencia de gobierno de las clases dominantes.
18-01-10
Las encuestas nacionales más recientes revelarían que las tendencias del electorado peruano apuntan a reforzar la imagen de dos candidaturas de la derecha, quedando muy cerca la alternativa popular liderada por Ollanta Humala.
No cabe duda que esto responde a la hegemonía ideológica con la que cuentan las clases dominantes a través de los aparatos de dominación, los medios de comunicación y sus campañas de descrédito. También la debilidad desde el lado popular responde, cabe anotar, a las inconsistencias de la alternativa nacionalista.
Las cifras muestran que encabeza la lista de preferencias presidenciales con un 20 por ciento de intención de voto la figura de Luis Castañeda, actual alcalde de Lima seguido de un 18 por ciento por Keiko Fujimori, hija del dictador actualmente preso por crímenes de lesa humanidad y cargos de corrupción.
Si bien la figura de Castañeda se refuerza por su gestión basada en las grandes obras de infraestructura en la capital, la figura de Keiko lo hace con fuerza también en el interior del país. Es allí donde Humala disputa con cierto éxito las cifras con Keiko.
El caso de la candidatura de Ollanta Humala, que contaría con un 18 por ciento, recordemos que refleja el sentir de amplios sectores de provincias que rechazan al centralismo y la falta de redistribución del crecimiento económico. Pero su figura no ha mostrado mayor crecimiento en escenarios como Lima (donde solo obtiene 9 por ciento) pues no muestra un liderazgo público, cohesión partidaria y en los últimos meses ha tratado de desentenderse de un proceso unitario con la izquierda, cediendo así a las presiones de los grupos de poder.
Por otro lado el caso de Keiko Fujimori revela que a importantes sectores de la población no les importa mucho los casos de corrupción en los que estuvo envuelto su padre y más bien recuerdan con añoranza la construcción de pistas, colegios y otras vistosas obras.
El caso de estas dos figuras de la derecha debe analizarse, pues no representan en el imaginario electoral dos propuestas con un clara definición ideológica, sino más bien una política basada en la aparente eficiencia en la ejecución de obras públicas, así como en el uso de mecanismos de clientelaje político a partir de los programas sociales.
Mientras tanto en las filas de la izquierda aparecen algunos intentos por constituir espacios de mayor convocatoria a partir de un polo unitario. Este sería un paso importante, pues los anteriores esfuerzos como la CPS y el FRENVIDAS han quedado varados por la falta de liderazgo y los cambios en las dinámicas sociales. En este polo se buscaría aglutinar figuras intelectuales y personalidades junto a los partidos y a los liderazgos sociales, para construir una plataforma programática sólida para los comicios de 2010 y 20011.
Sin embargo, todavía no aparece muy clara la estrategia izquierdista. Se prioriza en el discurso la necesidad de levantar las banderas de una Nueva Constitución y una Nueva República, si bien coincidimos con estos puntos, no permiten visualizar con nitidez los problemas más cercanos a la ciudadanía, que están vinculados a la precariedad del trabajo, la inseguridad ciudadana, las mejoras en los servicios de salud y educación, los conflictos socioambientales, entre otras. No se puede movilizar al pueblo en torno a grandes reivindicaciones, que no cuenten con alternativas claras a las políticas vigentes.
Es indispensable abocar más esfuerzos para iniciar el trabajo programático y levantar propuestas desde los problemas de la gente con la proyección a los grandes cambios a los que aspiramos. De lo contrario, podremos seguir perdiendo la brújula en los problemas internos, pequeñas disputas de cupos de poder y priorizando debates ideológicos conceptuales, mientras la derecha va avanzando en su posicionamiento mediático y apuntalando a sus figuras para la transferencia de gobierno de las clases dominantes.